Español Spanish Forum esTraducir.com

 找回密码
 立即注册
搜索
热搜: 活动 交友 discuz
查看: 2446|回复: 1

(Parte 1-Capítulo 1-Marsella. La llegada)第一部分第一章 船到马赛

[复制链接]

381

主题

60

回帖

1915

积分

管理员

Rank: 9Rank: 9Rank: 9

积分
1915
发表于 2019-5-26 17:28:31 | 显示全部楼层 |阅读模式
本帖最后由 todaylive 于 2019-5-29 15:25 编辑

Parte 1:  El castillo de If
Capítulo primero
Marsella. La llegada

El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión. En un instante, y también como de costumbre, se llenó de curiosos la plataforma del castillo de San Juan, porque en Marsella se daba gran importancia a la llegada de un buque y sobre todo si le sucedía lo que al Faraón, cuyo casco había salido de los astilleros de la antigua Focia y pertenecía a un naviero de la ciudad.
Mientras tanto, el buque seguía avanzando; habiendo pasado felizmente el estrecho producido por alguna erupción volcánica entre las islas de Calasapeigne y de Jaros, dobló la punta de Pomegue hendien- do las olas bajo sus tres gavias, su gran foque y la mesana. Lo hacía con tanta lentitud y tan penosos movimientos, que los curiosos, que por instinto presienten la desgracia, preguntábanse unos a otros qué accidente podía haber sobrevenido al buque. Los más peritos en navegación reconocieron al punto que, de haber sucedido alguna desgracia, no debía de haber sido al buque, puesto que, aun cuando con mucha lentitud, seguía éste avanzando con todas las condiciones de los buques bien gobernados.
En su puesto estaba preparada el ancla, sueltos los cabos del bauprés, y al lado del piloto, que se disponía a hacer que El Faraón enfilase la estrecha boca del puerto de Marsella, hallábase un joven de fisonomía inteligente que, con mirada muy viva, observaba cada uno de los movimientos del buque y repetía las órdenes del piloto.
Entre los espectadores que se hallaban reunidos en la explanada de San Juan, había uno que parecía más inquieto que los demás y que, no pudiendo contenerse y esperar a que el buque fondeara, saltó a un bote y ordenó que le llevasen al Faraón, al que alcanzó frente al muelle de la Reserva.
Viendo acercarse al bote y al que lo ocupaba, el marino abandonó su puesto al lado del piloto y se apoyó, sombrero en mano, en el filarete del buque. Era un joven de unos dieciocho a veinte años, de elevada estatura, cuerpo bien proporcionado, hermoso cabello y ojos negros, observándose en toda su persona ese aire de calma y de resolución peculiares a los hombres avezados a luchar con los peligros desde su infancia.
-¡Ah! ¡Sois vos Edmundo! ¿Qué es lo que ha sucedido? -preguntó el del bote- ¿Qué significan esas caras tan tristes que tienen todos los de la tripulación?
-Una gran desgracia, para mí al menos, señor Morrel -respondió Edmundo-. Al llegar a la altura de Civita-Vecchia, falleció el valiente capitán Leclerc...
-¿Y el cargamento? -preguntó con ansia el naviero.
-Intacto, sin novedad. El capitán Leclerc...
-¿Qué le ha sucedido? preguntó el naviero, ya más tranquilo. ¿Qué le ocurrió a ese valiente capitán?
-Murió.
-¿Cayó al mar?
-No, señor; murió de una calentura cerebral, en medio de horribles padecimientos.
Volviéndose luego hacia la tripulación:
-¡Hola! dijoCada uno a su puesto, vamos a anclar.
La tripulación obedeció, lanzándose inmediatamente los ocho o diez marineros que la componían unos a las escotas, otros a las drizas y otros a cargar velas.
Edmundo  observó  con  una  mirada  indiferente  el  principio  de  la  maniobra,  y  viendo  a  punto  de ejecutarse sus órdenes, volvióse hacia su interlocutor.
-Pero ¿cómo sucedió esa desgracia? -continuó el naviero.
-¡Oh, Dios mío!, de un modo inesperado. Después de una larga plática con el comandante del puerto, el
capitán Leclerc salió de Nápoles bastante agitado, y no habían transcurrido veinticuatro horas cuando le acometió la fiebre... y a los tres días había fallecido. Le hicimos los funerales de ordenanza, y reposa decorosamente envuelto en una hamaca, con una bala del treinta y seis a los pies y otra a la cabeza, a la altura de la isla de Giglio. La cruz de la Legión de Honor y la espada las conservamos y las traemos a su viuda.
-Es muy triste, ciertamente prosiguió el joven con melancólica sonrisahaber hecho la guerra a los ingleses por espacio de diez años, y morir después en su cama como otro cualquiera.
-¿Y qué vamos a hacerle, señor Edmundo? replicó el naviero, cada vez más tranquilo; somos mortales, y es necesario que los viejos cedan su puesto a los jóvenes; a no ser así no habría ascensos, y puesto que me aseguráis que el cargamento...
-Se halla en buen estado, señor Morrel. Os aconsejo, pues, que no lo cedáis ni aun con veinticinco mil francos de ganancia.
Acto seguido, y viendo que habían pasado ya la torre Redonda, gritó Edmundo:
-Largad las velas de las escotas, el foque y las de mesana.
La orden se ejecutó casi con la misma exactitud que en un buque de guerra.
-Amainad y cargad por todas partes.
A esta última orden se plegaron todas las velas, y el barco avanzó de un modo casi imperceptible.
-Si queréis subir ahora, señor Morrel dijo Dantés dándose cuenta de la impaciencia del armador, aquí viene vuestro encargado, el señor Danglars, que sale de su camarote, y que os informará de todos los detalles que deseéis. Por lo que a mí respecta, he de vigilar las maniobras hasta que quede El Faraón anclado y de luto.
No dejó el naviero que le repitieran la invitación, y asiéndose a un cable que le arrojó Dantés, subió por la escala del costado del buque con una ligereza que honrara a un marinero, mientras que Dantés, volviendo a su puesto, cedió el que ocupaba últimamente a aquel que había anunciado con el nombre de Danglars, y que saliendo de su camarote se dirigía adonde estaba el naviero.
El recién llegado era un hombre de veinticinco a veintiséis años, de semblante algo sombrío, humilde con los superiores, insolente con los inferiores; de modo que con esto y con su calidad de sobrecargo, siempre tan mal visto, le aborrecía toda la tripulación, tanto como quería a Dantés.
-¡Y bien!, señor Morrel -dijo Danglars-, ya sabéis la desgracia, ¿no es cierto?
-Sí, sí, ¡pobre capitán Leclerc! Era muy bueno y valeroso.
-Y buen marino sobre todo, encanecido entre el cielo y el agua, como debe ser el hombre encargado de los intereses de una casa tan respetable como la de Morrel a hijos -respondió Danglars.
-Sin embargo repuso el naviero mirando a Dantés, que fondeaba en este instante, me parece que no se necesita ser marino viejo, como decís, para ser ducho en el oficio. Y si no, ahí tenéis a nuestro amigo Edmundo, que de tal modo conoce el suyo, que no ha de menester lecciones de nadie.
-¡Oh!, sí -dijo Danglars dirigiéndole una aviesa mirada en la que se reflejaba un odio reconcentrado-; parece que este joven todo lo sabe. Apenas murió el capitán, se apoderó del mando del buque sin consultar a nadie, y aún nos hizo perder día y medio en la isla de Elba en vez de proseguir rumbo a Marsella.
-Al tomar el mando del buque -repuso el naviero- cumplió con su deber; en cuanto a perder día y medio en la isla de Elba, obró mal, si es que no tuvo que reparar alguna avería.
-Señor Morrel, el bergantín se hallaba en excelente estado y aquella demora fue puro capricho, deseos de bajar a tierra, no lo dudéis.
-Dantés -dijo el naviero encarándose con el joven-, venid acá.
-Disculpadme, señor Morrel -dijo Dantés-, voy en seguida.
Y en seguida ordenó a la tripulación: «Fondo»; a inmediatamente cayó el anda al agua, haciendo rodar la cadena con gran estrépito. Dantés permaneció en su puesto, a pesar de la presencia del piloto, hasta que esta última maniobra hubo concluido.
-¡Bajad el gallardete hasta la mitad del mastelero! -gritó en seguida-. ¡Iza el pabellón, cruza las vergas!
-¿Lo veis? -observó Danglars-, ya se cree capitán.
-Y de hecho lo es -contestó el naviero.
-Sí, pero sin vuestro consentimiento ni el de vuestro asociado, señor Morrel.
-¡Diantre! ¿Y por qué no le hemos de dejar con ese cargo? -repuso Morrel-. Es joven, ya lo sé, pero me parece que le sobra experiencia para ejercerlo... Una nube ensombreció la frente de Danglars.
-Disculpadme, señor Morrel -dijo Dantés acercándose-, y puesto que ya hemos fondeado, aquí me tenéis a vuestras órdenes. Me llamasteis, ¿no es verdad?
Danglars hizo ademán de retirarse.
-Quería preguntaros por qué os habéis detenido en la isla de Elba.
-Lo ignoro, señor Morrel: fue para cumplir las últimas órdenes del capitán Leclerc, que me entregó, al morir, un paquete para el mariscal Bertrand.
-¿Pudisteis verlo, Edmundo?
-¿A quién?
-Al mariscal.
-Sí.
Morrel miró en derredor, y llevando a Dantés aparte:
-¿Cómo está el emperador? -le preguntó con interés.
-Según he podido juzgar por mí mismo, muy bien.
-¡Cómo! ¿También habéis visto al emperador?...
-Sí, señor; entró en casa del mariscal cuando yo estaba en ella... -¿Y le hablasteis?
-Al contrario, él me habló a mí -repuso Dantés sonriéndole.
-¿Y qué fue lo que os dijo?
-Hízome mil preguntas acerca del buque, de la época de su salida de Marsella, el rumbo que había seguido y del cargamento que traía. Creo que a haber venido en lastre, y a ser yo su dueño, su intención fuera el comprármelo; pero le dije que no era más que un simple segundo, y que el buque pertenecía a la casa Morrel a hijos. « ¡Ah -dijo entonces-, la conozco. Los Morrel han sido siempre navieros, y uno de ellos servía en el mismo regimiento que yo, cuando estábamos de guarnición en Valence.»
-¡Es verdad! -exclamó el naviero, loco de contento-. Ese era Policarpo Morrel, mi tío, que es ahora capitán. Dantés, si decís a mi tío que el emperador se ha acordado de él, le veréis llorar como un niño.
¡Pobre viejo! Vamos, vamos -añadió el naviero dando cariñosas palmadas en el hombro del joven-; habéis hecho bien en seguir las instrucciones del capitán Leclerc deteniéndoos en la isla de Elba, a pesar de que podría comprometeros el que se supiese que habéis entregado un pliego al mariscal y hablado con el emperador.
-¿Y por qué había de comprometerme? -dijo Dantés-. Puedo asegurar que no sabía de qué se trataba; y en cuanto al emperador, no me hizo preguntas de las que hubiera hecho a otro cualquiera. Pero con vuestro permiso -continuó Dantés-: vienen los aduaneros, os dejo...
-Sí, sí, querido Dantés, cumplid vuestro deber.
El joven se alejó, mientras iba aproximándose Danglars.
-Vamos -preguntó éste-, ¿os explicó el motivo por el cual se detuvo en Porto-Ferrajo?
-Sí, señor Danglars.
-Vaya, tanto mejor -respondió éste-, porque no me gusta tener un compañero que no cumple con su
deber.
-Dantés ya ha cumplido con el suyo -respondió el naviero-, y no hay por qué reprenderle. Cumplió una orden del capitán Leclerc.
-A propósito del capitán Leclerc: ¿os ha entregado una carta de su parte?
-¿Quién?
-Dantés.
-¿A mí?, no. ¿Le dio alguna carta para mí?
-Suponía que además del pliego le hubiese confiado también el capitán una carta.
-Pero ¿de qué pliego habláis, Danglars?
-Del que Dantés ha dejado al pasar en Porto-Ferrajo.
-Cómo, ¿sabéis que Dantés llevaba un pliego para dejarlo en Porto-Ferrajo. .. ? Danglars se sonrojó.
-Pasaba casualmente por delante de la puerta del capitán, estaba entreabierta, y le vi entregar a Dantés un paquete y una carta.
-Nada me dijo aún -contestó el naviero-, pero si trae esa carta, él me la dará. Danglars reflexionó un instante.
-En ese caso, señor Morrel, os suplico que nada digáis de esto a Dantés; me habré equivocado. En esto volvió el joven y Danglars se alejó.
-Querido Dantés, ¿estáis ya libre? -le preguntó el naviero.
-Sí, señor.
-La operación no ha sido larga, vamos.
-No, he dado a los aduaneros la factura de nuestras mercancías, y los papeles de mar a un oficial del puerto que vino con el práctico.
-¿Conque nada tenéis que hacer aquí?
Dantés cruzó una ojeada en torno.
-No, todo está en orden.
-Podréis venir a comer con nosotros, ¿verdad?
-Dispensadme,  señor  Morrel,  dispensadme,  os  lo  ruego,  porque  antes  quiero  ver  a  mi  padre.  Sin embargo, no os quedo menos reconocido por el honor que me hacéis.
-Es muy justo, Dantés, es muy justo; ya sé que sois un buen hijo.
-¿Sabéis cómo está mi padre? -preguntó Dantés con interés.
-Creo que bien, querido Edmundo, aunque no le he visto.
-Continuará encerrado en su mísero cuartucho.
-Eso demuestra al menos que nada le ha hecho falta durante vuestra ausencia.
Dantés se sonrió.
-Mi padre es demasiado orgulloso, señor Morrel, y aunque hubiera carecido de lo más necesario, dudo que pidiera nada a nadie, excepto a Dios.
-Bien, entonces después de esa primera visita cuento con vos.
-Os repito mis excusas, señor Morrel; pero después de esa primera visita quiero hacer otra no menos interesante a mi corazón.
-¡Ah!, es verdad, Dantés, me olvidaba de que en el barrio de los Catalanes hay una persona que debe esperaros con tanta impaciencia como vuestro padre, la hermosa Mercedes.
Dantés se sonrojó intensamente.
-Ya, ya -repuso el naviero-; por eso no me asombra que haya ido tres veces a pedir información acerca de la vuelta de El Faraón. ¡Cáspita! Edmundo, en verdad que sois hombre que entiende del asunto. Tenéis una querida muy guapa.
-No es querida, señor Morrel -dijo con gravedad el marino-; es mi novia.
-Es lo mismo -contestó el naviero, riéndose.
-Para nosotros no, señor Morrel.
-Vamos, vamos, mi querido Edmundo -replicó el señor Morrel-, no quiero deteneros por más tiempo. Habéis desempeñado harto bien mis negocios para que yo os impida que os ocupéis de los vuestros.
¿Necesitáis dinero?
-No, señor; conservo todos mis sueldos de viaje.
-Sois un muchacho muy ahorrativo, Edmundo.
-Y añadid que tengo un padre pobre, señor Morrel.
-Sí, ya sé que sois buen hijo. Id a ver a vuestro padre.
El joven dijo, saludando:
-Con vuestro permiso.
-Pero ¿no tenéis nada que decirme?
-No, señor.
-El capitán Lederc, ¿no os dio al morir una carta para mí?
-¡Oh!, no; le hubiera sido imposible escribirla; pero esto me recuerda que tendré que pediros licencia por unos días.
-¿Para casaros?
-Primeramente, para eso, y luego para ir a París.
-Bueno, bueno, por el tiempo que queráis, Dantés. La operación de descargar el buque nos ocupará seis semanas lo menos, de manera que no podrá darse a la vela otra vez hasta dentro de tres meses. Para esa época sí necesito que estéis de vuelta, porque El Faraón -continuó el naviero tocando en el hombro al joven marino- no podría volver a partir sin su capitán.
-¡Sin su capitán! -exclamó Dantés con los ojos radiantes de alegría-. Pensad lo que decís, señor Morrel, porque esas palabras hacen nacer las ilusiones más queridas de mi corazón. ¿Pensáis nombrarme capitán de El Faraón?
-Si sólo dependiera de mí, os daría la mano, mi querido Dantés, diciéndoos... «es cosa hecha»; pero tengo un socio, y ya sabéis el refrán italiano: Chi a compagno a padrone. Sin embargo, mucho es que de dos votos tengáis ya uno; en cuanto al otro confiad en mí, que yo haré lo posible por que lo obtengáis también.
-¡Oh, señor Morrel! -exclamó el joven con los ojos inundados en lágrimas y estrechando la mano del naviero-; señor Morrel, os doy gracias en nombre de mi padre y de Mercedes.
-Basta, basta -dijo Morrel-. Siempre hay Dios en el cielo para la gente honrada; id a verlos y volved después a mi encuentro.
-¿No queréis que os conduzca a tierra?
-No, gracias: tengo aún que arreglar mis cuentas con Danglars. ¿Os llevasteis bien con él durante el viaje?
-Según el sentido que deis a esa pregunta. Como camarada, no, porque creo que no me desea bien, desde el día en que a consecuencia de cierta disputa le propuse que nos detuviésemos los dos solos diez minutos en la isla de Montecristo, proposición que no aceptó. Como agente de vuestros negocios, nada tengo que decir y quedaréis satisfecho.
-Si llegáis a ser capitán de El Faraón, ¿os llevaréis bien con Danglars?
-Capitán o segundo, señor Morrel -respondió Dantés-, guardaré siempre las mayores consideraciones a aquellos que posean la confianza de mis principales.
-Vamos, vamos, Dantés, veo que sois cabalmente un excelente muchacho. No quiero deteneros más, porque noto que estáis ardiendo de impaciencia.
-¿Me permitís... , entonces?
-Sí, ya podéis iros.
-¿Podré usar la lancha que os trajo?
-¡No faltaba más!
-Hasta la vista, señor Morrel, y gracias por todo.
-Que Dios os guíe.
-Hasta la vista, señor Morrel.
-Hasta la vista, mi querido Edmundo.
El joven saltó a la lancha, y sentándose en la popa dio orden de abordar a la Cannebière. Dos marineros iban al remo, y la lancha se deslizó con toda la rapidez que es posible en medio de los mil buques que obstruyen la especie de callejón formado por dos filas de barcos desde la entrada del puerto al muelle de Orleáns.
El naviero le siguió con la mirada, sonriéndose hasta que le vio saltar a los escalones del muelle y confundirse entre la multitud, que desde las cinco de la mañana hasta las nueve de la noche llena la fa- mosa calle de la Cannebière, de la que tan orgullosos se sienten los modernos focenses, que dicen con la mayor seriedad: «Si París tuviese la Cannebière, sería una Marsella en pequeño.»
Al volverse el naviero, vio detrás de sí a Danglars, que aparentemente esperaba sus órdenes; pero que en realidad vigilaba al joven marino. Sin embargo, esas dos miradas dirigidas al mismo hombre eran muy diferentes.



回复

使用道具 举报

381

主题

60

回帖

1915

积分

管理员

Rank: 9Rank: 9Rank: 9

积分
1915
 楼主| 发表于 2019-5-26 17:34:53 | 显示全部楼层
本帖最后由 todaylive 于 2019-5-29 15:26 编辑

《基督山伯爵》第一部分 第一章 船到马赛
---------------------------------------------------------------------
  一八一五年二月二十四日,在避风堰了望塔上的了望员向人们发出了信号,告之三桅帆船法老号到了。它是从士麦拿出发经过的里雅斯特和那不勒斯来的。立刻一位领港员被派出去,绕过伊夫堡,在摩琴海岬和里翁岛之间登上了船。
  圣·琪安海岛的平台上即刻挤满了看热闹的人。在马赛,一艘大船的进港终究是一件大事,尤其是象法老号这样的大船,船主是本地人,船又是在佛喜造船厂里建造装配的,因而就特别引人注目。
  法老号渐渐驶近了,它已顺利通过了卡拉沙林岛和杰罗斯岛之间由几次火山爆发所造成的海峡,绕过波米琪岛,驶近了港口。尽管船上扯起了三张主桅帆,一张大三角帆和一张后桅帆,但它驶得非常缓慢,一副无精打采的样子,以致岸上那些看热闹的人本能地预感到有什么不幸的事发生了,于是互相探问船上究竟发生了什么不幸的事。不过那些航海行家们一眼就看出,假如的确发生了什么意外事情的话,那一定与船的本身无关。因为从各方面来看,它并无丝毫失去操纵的迹象。领港员正在驾驶着动作敏捷的法老号通过马赛港狭窄的甬道进口。在领港员的旁边,有一青年正在动作敏捷地打着手势,他那敏锐的眼光注视着船的每一个动作,并重复领港员的每一个命令。
  岸上看热闹的人中弥漫着一种焦躁不安的情绪。其中有一位忍耐不住了,他等不及帆船入港就跳进了一只小艇迎着大船驶去,那只小艇在大船到里瑟夫湾对面的地方时便靠拢了法老号。
  大船上的那个青年看见了来人,就摘下帽子,从领港员身旁离开并来到了船边。他是一个身材瘦长的青年,年龄约莫有十九岁左右的样子,有着一双黑色的眼睛和一头乌黑的头发;他的外表给人一种极其镇定和坚毅的感觉,那种镇定和坚毅的气质是只有从小就经过大风大浪,艰难险阻的人才具有的。
  “啊!是你呀,唐太斯?”小艇的人喊道。“出了什么事?为什么你们船上显得这样丧气?”
  “太不幸了,莫雷尔先生!”那个青年回答说,“太不幸了,尤其是对我!在契维塔韦基亚附近,我们失去了我们勇敢的莱克勒船长。”
  “货呢?”船主焦急地问。
  “货都安全,莫雷尔先生,那方面我想你是可以满意的。但可怜的莱克勒船长——”
  “货物怎么样”?船主问道。
  “货物未受任何损失,平安到达。不过,可怜的莱克勒船长他……”“他怎么了?出了什么事?”船主带着稍微放松一点的口气问。“那位可敬的船长怎么了?”
  “他死了。”
  “掉在海里了吗?”
  “不,先生,他是得脑膜炎死的,临终时痛苦极了。”说完他便转身对船员喊到:“全体注意!准备抛锚!”
  全体船员立刻按命令行动起来。船上一共有八个到十个海员,他们有的奔到大帆的索子那里,有的奔到三角帆和主帆的索子那里,有的则去控制转帆索和卷帆索。那青年水手四下环视了一下,看到他的命令已被迅速准确地执行,便又转过脸去对着船主。
  “这件不幸的事是怎么发生的?”船主先等了一会儿便又重新拾起话题。
  “唉,先生!完全是始料不到的事。在离开那不勒斯以前,莱克勒船长曾和那不勒斯港督交谈了很久。开船的时候,他就觉得头极不舒服。二十四个小时后,他就开始发烧,三天后就死了。我们按惯例海葬了他,想来他也可以安心长眠了。我们把他端端正正地缝裹在吊床里,头脚处放了两块各三十六磅重的铅块,就在艾尔及里奥岛外把他海葬了。我们把他的佩剑和十字荣誉勋章带了回来准备交给他的太太做纪念。船长这一生总算没虚度了。青年的脸上露出一个忧郁的微笑,又说,“他和英国人打仗打了十年,到头来仍能象常人那样死在床上。”
  “爱德蒙,你知道,”船主说道,他显得越来越放心了,“我们都是凡人,都免不了一死,老年人终究要让位给青年人。不然,你看,青年人就无法得到升迁的机会,而且你已向我保证货物——”
  “货物是完好无损的,莫雷尔先生,请相信我好了。我想这次航行你至少赚二万五千法郎呢。”
  这时,船正在驶过圆塔,青年就喊道:“注意,准备收主帆,后帆和三角帆!”
  他的命令立刻被执行了,犹如在一艘大战舰上一样。
  “收帆!卷帆!”最后那个命令刚下达完,所有的帆就都收了下来,船在凭借惯性向前滑行,几乎觉不到是在向前移动了。
  “现在请您上船来吧,莫雷尔先生,”唐太斯说,他看到船主已经有点着急便说道,“你的押运员腾格拉尔先生已走出船舱了,他会把详细情形告诉您的。我还得去照顾抛锚和给这只船挂丧的事。”
  船主没再说什么便立即抓住了唐太斯抛给他的一条绳子,以水手般敏捷的动作爬上船边的弦梯,那青年去执行他的任务了,把船王和那个他称为腾格拉尔的人留在了一起。腾格拉尔现在正向船主走来。他约莫有二十五六岁,天生一副对上谄媚对下轻视无礼,不讨人喜欢的面孔。他在船上担任押运员,本来就惹水手们讨厌,他个人的一些作派也是惹人讨厌的一个因素,船员都憎恶他,却很爱戴爱德蒙·唐太斯。
  “莫雷尔先生,”腾格拉尔说,“你听说我们所遭到的不幸了吧?”
  “唉,是的!可怜的莱克勒船长!他的确是一个勇敢而又诚实的人!”
  “而且也是一名一流的海员,是在大海与蓝天之间度过一生的——是负责莫雷尔父子公司这种重要的公司的最合适的人才。”腾格拉尔回答。
  “可是,”船主一边说,一边把眼光盯在了正在指挥抛锚的唐太斯身上,“在我看来,腾格拉尔,一个水手要干得很内行,实在也不必象你所说的那样的老海员才行,因为你看,我们这位朋友爱德蒙,不需任何人的指示,似乎也干得很不错,完全可以称职了。”
  “是的,”腾格拉尔向爱德蒙扫了一眼,露出仇恨的目光说,“是的,他很年轻,而年轻人总是自视甚高的,船长刚去世,他就跟谁也不商量一下,竟自作主张地独揽指挥权,对下面发号施令起来,而且还在厄尔巴岛耽搁了一天半,没有直航返回马赛。”
  “说到他执掌这只船的指挥权,”莫雷尔说道,“他既然是船上大副,这就应该是他的职责。至于在厄尔巴岛耽搁了一天半的事儿,是他的错,除非这只船有什么故障。”
  “这只船是象你我的身体一样,毫无毛病,莫雷尔先生,那一天半的时间完全是浪费——只是因为他要到岸上玩玩,别无他事。”
  “唐太斯!”船主转过身去喊青年,“到这儿来!”
  “等一下,先生,”唐太斯回答,“我就来。”然后他对船员喊道,“抛锚!”
  锚立刻抛下去了,铁链哗啦啦一阵响声过去。虽有领港员在场,唐太斯仍然克尽职守,直到这项工作完成,才喊“降旗,把旗降在旗杆半中央。把公司的旗也降一半致哀,“看,”腾格拉尔说,“他简直已自命为船长啦。”
  “嗯,事实上,他已经的确是了。”船主说。
  “不错,就缺你和你的和伙人签字批准了,摩斯尔先生。”
  “那倒不难。”船主说,“不错,他很年轻,但依我看,他似乎可以说已是一个经验丰富的海员了。”
  腾格拉尔的眉际掠过一片阴云。
  “对不起,莫雷尔先生,”唐太斯走过来说,“船现在已经停妥,我可以听的您吩咐了。刚才是您在叫我吗?”
  腾格拉尔向后退了一两步。
  “我想问问你为什么要在厄尔巴岛停泊耽搁了一天半时间。”
  “究竟为什么我也不十分清楚,我只是在执行莱克勒船长最后的一个命令而已。他在临终的时候,要我送一包东西给贝特朗元帅。”
  “你见到他了吗,爱德蒙?”
  “谁?”
  “元帅。”
  “见到了。”
  莫雷尔向四周张望了一下,把唐太斯拖到一边,急忙问道:“陛下他好吗?”
  “看上去还不错。”
  “这么说,你见到陛下了,是吗?”
  “我在元帅房间里的时候,他进来了。”
  “你和他讲了话吗?”
  “是他先跟我讲话的,先生。”唐太斯微笑着说。
  “他跟你都说了些什么?”
  “问了我一些关于船的事——什么时候启航开回马赛,从哪儿来,船装了些什么货。我敢说,假如船上没有装货,而我又是船主的话,他会把船买下来的。但我告诉他,我只是大副,船是莫雷尔父子公司的。‘哦,哦!’他说,‘我了解他们!莫雷尔这个家族的人世世代代都当船主。当我驻守在瓦朗斯的时候,我那个团里面也有一个姓莫雷尔的人。”
  “太对了!一点不错!”船主非常高兴地喊道。“那是我的叔叔波立卡·莫雷尔,他后来被提升到上尉。唐太斯,你一定要去告诉我叔叔,说陛下还记得他,你将看到那个老兵,被感动得掉眼泪的。好了,好了!”他慈爱地拍拍爱德蒙的肩膀继续说,“你做得很对,唐太斯,你是应该执行莱克勒船长的命令在厄尔巴岛靠一下岸的——但是如果你曾带一包东西给元帅,并还同陛下讲过话的事被人知道的话,那你就会受连累的。”
  “我怎么会受连累呢?”唐太斯问。“我连带去的是什么东西根本都不知道,而陛下所问及的,又是一般的人所常问的那些普通问题。哦,对不起,海关关员和卫生部的检查员来了1”说完那青年人就向舷门那儿迎过去了。
  他刚离开,腾格拉尔就凑了过来说道:
  “哦,看来他已拿出充分的理由来向您解释他为什么在费拉约港靠岸的原因了,是吧?”
  “是的,理由很充分,我亲爱的腾格拉尔。”
  “哦,那就好,”押运员说,“看到一个同伴工作上不能尽责,心里总是很难受的。”
  “唐太斯是尽了责的,”船主说道,“这件事不必多说了,这次耽搁是按莱克勒船长的吩咐做的。”
  “说到莱克勒船长,唐太斯没有把一封他的信转给你吗?”
  “给我的信?没有呀。有一封信吗?”
  “我相信除了那包东西外,莱克勒船长还另有一封信托他转交的。”
  “你说的是一包什么东西,腾格拉尔?”
  “咦,就是唐太斯在费拉约港留下的那包东西呀。”
  “你怎么知道他曾留了一包东西在费拉约港呢?”
  经船主这样一问,腾格拉尔的脸顿时涨红了。“那天我经过船长室门口时,那门是半开着的,我便看见船长把那包东西和一封信交给了唐太斯。”
  “他没有对我提到这件事,”船主说,“但是如果有信,他一定会交给我的。”
  腾格拉尔想了一会儿。“这样的话,莫雷尔先生,请你,”他说,“有关这事,请你别再去问唐太斯了,或许是我弄错了。”
  这时,那青年人回来了,腾格拉尔便乘机溜走了。
  “喂,我亲爱的唐太斯,你现在没事了吗?”船主问。
  “没事了,先生。”
  “你回来的挺快呀。”
  “是的。我拿了一份我们的进港证给了海关关员,其余的证件,我已交给了领港员,他们已派人和他同去了。”
  “那么你在这儿的事都做完了是吗?”
  唐太斯向四周看了一眼。
  “没事了现在一切都安排妥了。”
  “那么你愿意和我一起去共进晚餐吗?”
  “请你原谅,莫雷尔先生。我得先去看看我父亲。但对你的盛情我还是非常感激的。”
  “没错,唐太斯,真是这样,我早就知道你是一个好儿子。”
  “嗯”唐太斯犹豫了一下问道:“你知道我父亲的近况吗?”
  “我相信他很好,我亲爱的爱德蒙,不过最近我没见到他。”
  “是啊,他老爱把自己关在他那个小屋里。”
  “但那至少可以说明,当你不在的时候,他的日子还过得去。”
  唐太斯微笑了一下。“我父亲是很要强的,很要面子,先生。即便是他饿肚子没饭吃了,恐怕除了上帝以外,他不会向任何人去乞讨的。”
  “那么好吧,你先去看你的父亲吧,我们等着你。”
  “我恐怕还得再请你原谅,莫雷尔先生,——因为我看过父亲以后,我还有另外一个地方要去一下。”
  “真是的,唐太斯,我怎么给忘记了,在迦泰罗尼亚人那里,还有一个人也象你父亲一样在焦急地期待着你呢,——那可爱的美塞苔丝。”
  唐太斯的脸红了。
  “哈哈!”船主说,“难怪她到我这儿来了三次,打听法老号有什么消息没有呢。嘻嘻!爱德蒙,你的这位小情妇可真漂亮啊!”
  “她不是我的情妇,”青年水手神色庄重严肃地说,“她是我的未婚妻。”
  “有时两者是一回事。”莫雷尔微笑着说。
  “我们俩可不是这样的,先生。”唐太斯回答。
  “得了,得了,我亲爱的爱德蒙,”船主又说,“我不耽搁你了。我的事你办得很出色,我也应该让你有充分的时间去痛快地办一下自己的事了。你要钱用吗?”
  “不,先生,我的报酬还都在这儿,——差不多有三个月的薪水呢。”
  “你真是一个守规矩的小伙子,爱德蒙。”
  “我还有一位可怜的父亲呢,先生。”
  “不错,不错,我知道你是一个好儿子。那么去吧,去看你的父亲去吧。我自己也有个儿子,要是他航海三个月回来后,竟还有人阻扰他来看我,我会大大地发火的。”
  “那么我可以走了吗,先生?”
  “走吧,假如你再没有什么事要跟我说的话。”
  “没有了。”
  “莱克勒船长临终前,没有托你交一封信给我吗?”
  “他当时已经根本不能动笔了,先生。不过,我倒想起了一件事,我还得向你请两星期的假。”
  “是去结婚吗?”
  “是的,先是去结婚,然后还得到巴黎去一次。”
  “好,好。你就离开两个星期吧,唐太斯。反正船上卸货得花六个星期,卸完货以后,还得要过三个月以后才能再出海,你只要在三个月以内回来就行,——因为法老号,”船主拍拍青年水手的背,又说,“没有船长是不能出海的呀。”
  “没有船长!”唐太斯眼睛里闪烁着兴奋的光芒,不禁说道,“你说什么呀,你好象窥视到了我心底最秘密的一线希望。你真要任命我做法老号的船长吗?”
  “我亲爱的唐太斯,假如我是一人说了就算数的老板,我现在就可任命你,事情也就一言为定了,但你也知道,意大利有一句俗话——谁有了一个合伙人,谁就有了一个主人。但这事至少已成功一半了,因为在两张投票之中,你已经得到了一标。让我去把另外那一票也为你争取过来吧,我尽力办到。”
  “啊,莫雷尔先生,”青年水手的眼睛里含着泪水,紧握住船主的手喊道——“莫雷尔先生,我代表我父亲和美塞苔丝谢谢你了。”
  “好了,好了,爱德蒙,别提了,上天保佑好心人!快到你父亲那儿去吧,快去看看美塞苔丝吧,然后再到我这儿来。”
  “我把您送上岸好吗?”
  “不用了,谢谢你。我还得留下来和腾格拉尔核对一下帐目。你在这次航行里对他还满意吗?”
  “那得看您这个问题是指哪一方面了,先生。假如您的意思是问,他是不是一个好伙计?那么我要说不是,因为自从那次我傻里傻气地和他吵了一次架以后,我曾向他提议在基督山岛上停留十分钟以消除不愉快,我想他从那以后开始讨厌我了——那次的事我本来就不该提那个建议,而他拒绝我也是很对的。假如你的问题是指他做押运员是否称职,那我就说他是无可挑剔的,对他的工作你会满意的。”
  “但你要告诉我,唐太斯,假如由你来负责法老号,你愿意把腾格拉尔留在船上吗?”
  “莫雷尔先生,”唐太斯回答道,“无论我做船长也好,做大副也好,凡是那些能获得我们船主信任的人,我对他们总是极尊重的。”
  “好,好,唐太斯!我看你在各个方面都是好样的。别让我再耽误你了,快去吧,我看你已有些急不可耐啦。”
  “那么我可以走了吗?”
  “快走吧。我已经说过了。”
  “我可以借用一下您的小艇吗?”
  “当然可以。”
  “那么,莫雷尔先生,再会吧。再一次多谢啦!”
  “我希望不久能再看到你,我亲爱的爱德蒙。祝你好运!”
  青年水手跳上了小艇,坐在船尾,吩咐朝卡纳比埃尔街划去。两个水手即刻划动起来,小船就飞快地在那从港口直到奥尔兰码头的千百只帆船中间穿梭过去。
  船主微笑着目送着他,直到他上了岸,消失在卡纳比埃尔街上的人流里。这条街从清晨五点钟直到晚上九点钟都拥挤着川流不息的人群。卡纳比埃尔街是马赛最有名的街道,马赛的居民很以它为自豪,他们甚至煞有其事地庄重地宣称:“假如巴黎也有一条卡纳比埃尔街,那巴黎就可称为小马赛了。”
  船主转过身来时,看见腾格拉尔正站在他背后。腾格拉尔表面上看似在等候他的吩咐,实际上却象他一样,在用目光遥送那青年水手。这两个人虽然都在注视着爱德蒙·唐太斯,但两个人目光里的神情和含义却大不相同。
  (第一章完)
回复

使用道具 举报

您需要登录后才可以回帖 登录 | 立即注册

本版积分规则

Archiver|手机版|小黑屋|estraducir.com

GMT+8, 2024-4-19 02:09 , Processed in 0.058306 second(s), 21 queries .

Powered by Discuz! X3.4

© 2001-2023 Discuz! Team.

快速回复 返回顶部 返回列表