Español Spanish Forum esTraducir.com

 找回密码
 立即注册
搜索
热搜: 活动 交友 discuz
查看: 2184|回复: 1

(Parte 1-Capítulo 3-Los catalanes)第1部分第3章加泰罗尼亚人的村庄

[复制链接]

381

主题

60

回帖

1915

积分

管理员

Rank: 9Rank: 9Rank: 9

积分
1915
发表于 2019-6-2 16:30:47 | 显示全部楼层 |阅读模式
(Parte 1-Capítulo 3-Los catalanes) 第一部分第三章迦太罗尼亚人的村庄。
Capítulo tercero
Los catalanes
A cien pasos del lugar en que los dos amigos, con los ojos fijos en el horizonte y el oído atento, paladeaban el vino de Lamalgue, detrás de un promontorio desnudo y agostado por el sol y por el viento nordeste, se encontraba el modesto barrio de los Catalanes. Una colonia misteriosa abandonó en cierto tiempo España, yendo a establecerse en la lengua de tierra en que permanece aún. Nadie supo de dónde venía, y hasta hablaba un dialecto desconocido. Uno de sus jefes, el único que se hacía entender un poco en lengua provenzal, pidió a la municipalidad de Marsella que les concediese aquel árido promontorio, en el coal, a fuer de marinos antiguos, acababan de dejar sus barcos. Su petición les fue aceptada, y tres meses después aquellos gitanos del mar habían edificado un pueblecito en torno a sus quince o veinte barcas.
Construido en el día de hoy de una manera extraña y pintoresca, medio árabe, medio española, es el mismo que se ve hoy habitado por los descendientes de aquellos hombres que hasta conservan el idioma de sus padres. Tres o cuatro siglos han pasado, y aún permanecen fieles al promontorio en que se dejaron caer como una bandada de aves marinas. No sólo no se mezclan con la población de Marsella, sino que se casan entre sí, conservando los hábitos y costumbres de la madre patria, del mismo modo que su idioma.
Es preciso que nuestros lectores nos sigan a través de la única calle de este pueblecito, y entren con nosotros en una de aquellas casas, a cuyo exterior ha dado el sol el bello colorido de las hojas secas, común a todos los edificios del país, y cuyo interior pule una capa de cal, esa tinta blanca, único adorno de las posadas españolas.
Una bella joven de pelo negro como el ébano y ojos dulcísimos como los de la gacela, estaba de pie, apoyada en una silla, oprimiendo entre sus dedos afilados una inocente rosa cuyas hojas arrancaba, y los pedazos se veían ya esparcidos por el suelo. Sus brazos desnudos hasta el codo, brazos árabes, pero que parecían modelados por los de la Venus de Arlés, temblaban con impaciencia febril, y golpeaba de tal modo la tierra con su diminuto pie, que se entreveían las formas puras de su pierna, ceñida por una media de algodón encarnado a cuadros azules. A tres pasos de ella, sentado en una silla, balanceándose a compás y apoyando su codo en un mueble antiguo, hallábase un mocetón de veinte a veintidós años que la miraba con un aire en que se traslucía inquietud y despecho: sus miradas parecían interrogadoras; pero la mirada firme y fija de la joven le dominaba enteramente.
-Vamos, Mercedes -decía el joven-, las pascuas se acercan, es el tiempo mejor para casarse. ¿No lo crees?
-Ya lo dije cien veces lo que pensaba, Fernando, y en poco lo estimas, pues aún sigues preguntándome.
-Repítemelo, te lo suplico, repítemelo por centésima vez para que yo pueda creerlo. Dime que desprecias mi amor, el amor que aprobaba lo madre. Haz que comprenda que te burlas de mi felicidad; que mi vida o mi muerte no son nada para ti... ¡Ah, Dios mío, Dios mío!, haber soñado diez años con la dicha de ser tu esposo, y perder esta esperanza, la única de mi vida.
-No  soy  yo  por  cierto  quien  ha  alimentado  en  ti  esa  esperanza  con  mis  coqueterías,  Fernando-respondió Mercedes-. Siempre lo he dicho: «Te amo como hermano; pero no exijas de mí otra cosa, porque mi corazón pertenece a otro. ¿No lo he dicho siempre esto?
-Sí,  ya  lo  sé,  Mercedes  -respondió  Fernando-;  hasta  el  horrible  atractivo  de  la  franqueza  tienes conmigo. Pero ¿olvidas que es ley sagrada entre los nuestros el casarse catalanes con catalanes?
-Te equivocas, Fernando, no es una ley, sino una costumbre; y, créeme, no debes de invocar esta costumbre en lo favor. Has entrado en quintas. La libertad de que gozas la debes únicamente a la tolerancia. De un momento a otro pueden reclamarte tus banderas, y una vez seas soldado, ¿qué harías de mí, pobre huérfana, sin otra fortuna que una mísera cabaña casi arruinada y unas malas redes, herencia única de mis padres? Hace un año que murió mi madre, y desde entonces, bien lo sabes, vivo casi a expensas de la caridad pública. Tal vez me dices que lo soy útil, para partir conmigo tu pesca, y yo la acepto, Fernando, porque eres hijo del hermano de mi padre, porque nos hemos criado juntos, y porque además sé que lo disgustarías si la rehusase. Pero sé muy bien que ese pescado que yo vendo, y ese dinero que me dan por él, y con el cual compro el estambre que luego hilo, no es más que una limosna, y como tal la recibo.
-¿Y eso qué importa, Mercedes? Pobre y sola como vives, me convienes más que la hija del naviero más rico de Marsella. Yo quiero una mujer honrada y hacendosa, y ninguna como tú posee esas cualidades.
-Fernando -respondió Mercedes con un movimiento de cabeza-, no puede responder de ser siempre honrada y hacendosa, la que ama a otro hombre que no sea su marido. Confórmate con mi amistad, porque te repito que esto es todo lo que yo puedo prometerte. Yo no ofrezco sino lo que estoy segura de poder dar.
-Sí, sí, ya lo comprendo -dijo Fernando-; soportas con resignación tu miseria, pero te asusta la mía. Pero, oye, Mercedes, si me amas probaré fortuna y llegaré a ser rico. Puedo dejar el oficio de pescador; puedo entrar de dependiente en alguna casa de comercio, y llegar a ser comerciante.
-Tú no puedes hacer nada de eso, Fernando. Eres soldado, y si permaneces en los Catalanes todavía es porque no hay guerra; sigue con lo oficio de pescador, no hagas castillos en el aire, y confórmate con mi amistad, pues no puedo dar otra cosa.
-Pues bien, tienes razón, Mercedes, me haré marinero, dejaré el trabajo de nuestros padres que tú tanto desprecias, y me pondré un sombrero de suela, una camisa rayada y una chaqueta azul con anclas en los botones. ¿No es así como hay que vestirse para agradarte?
-¿Qué quieres decir con eso? No lo comprendo...
-Quiero decir que no serías tan cruel conmigo, si no esperaras a uno que usa el traje consabido. Pero quizás él no te es fiel, y aunque lo fuera, el mar no lo habrá sido con él.
-¡Fernando! -exclamó Mercedes-, ¡te creía bueno, pero me engañaba! Eso es prueba de mal corazón. Sí, no te lo oculto, espero y amo a ese que dices, y si no volviese, en lugar de acusarle de inconstancia, creería que ha muerto adorándome.
Fernando hizo un gesto de rabia.
-Adivino tus pensamientos, Fernando, querrás vengar en él los desdenes míos... querrás desafiarle... Pero ¿qué conseguirás con esto? Perder mi amistad si eres vencido, ganar mi odio si vencedor. Créeme, Fernando: no es batirse con un hombre el medio de agradar a la mujer que le ama. Convencido de que te es imposible tenerme por esposa, no, Fernando, no lo harás, lo contentarás con que sea tu amiga y tu hermana. Por otra parte -añadió con los ojos preñados de lágrimas-, tú lo has dicho hace poco, el mar es pérfido: espera, Fernando, espera. Han pasado cuatro meses desde que partió... ¡cuatro meses, y durante ellos he contado tantas tempestades!...
Permaneció Fernando impasible sin cuidarse de enjugar las lágrimas que resbalaban por las mejillas de Mercedes, aunque a decir verdad, por cada una de aquellas lágrimas hubiera dado mil gotas de su sangre..., pero aquellas lágrimas las derramaba por otro. Púsose en pie, dio una vuelta por la cabaña, volvió, detúvose delante de Mercedes, y con una mirada sombría y los puños crispados exclamó:
-Mercedes, te lo repito, responde, ¿estás resuelta?
-¡Amo a Edmundo Dantés -dijo fríamente Mercedes-, y ningún otro que Edmundo será mi esposo!
-¿Y le amarás siempre?
-Hasta la muerte.
Fernando bajó la cabeza desalentado; exhaló un suspiro que más bien parecía un gemido, y levantando de repente la cabeza y rechinando los dientes de cólera exclamó:
-Pero, ¿y si hubiese muerto?
-Si hubiese muerto... ¡Entonces yo también me moriría!
-¿Y si lo olvidase?
-¡Mercedes! -gritó una voz jovial y sonora desde fuera-. ¡Mercedes!
-¡Ah! -exclamó la joven sonrojándose de alegría y de amor-; bien ves que no me ha olvidado, pues ya ha llegado.
Y lanzándose a la puerta la abrió exclamando:
-¡Aquí, Edmundo, aquí estoy!
Fernando, lívido y furioso, retrocedió como un caminante al ver una serpiente, cayendo anonadado sobre una silla, mientras que Edmundo y Mercedes se abrazaban. El ardiente sol de Marsella penetrando a través de la puerta, los inundaba de sus dorados reflejos. Nada veían en torno suyo: una inmensa felicidad los separaba del mundo y solamente pronunciaban palabras entrecortadas que revelaban la alegría de su corazón.
De pronto Edmundo vislumbró la cara sombría de Fernando, que se dibujaba en la sombra, pálida y amenazadora, y quizá, sin que él mismo comprendiese la razón, el joven catalán tenía apoyada la mano sobre el cuchillo que llevaba en la cintura.
-¡Ah! -dijo Edmundo frunciendo las cejas a su vez-; no había reparado en que somos tres. Volviéndose en seguida a Mercedes:
-¿Quién es ese hombre? -le preguntó.
-Un hombre que será de aquí en adelante lo mejor amigo, Dantés, porque lo es mío, es mi primo, mi hermano Fernando, es decir, el hombre a quien después de ti amo más en la tierra.
-Está bien -respondió Edmundo.
Y  sin  soltar  a  Mercedes,  cuyas  manos  estrechaba  con  la izquierda,  presentó  con  un  movimiento cordialísimo la diestra al catalán. Pero lejos de responder Fernando a este ademán amistoso, permaneció mudo a inmóvil como una estatua. Entonces dirigió Edmundo miradas interrogadoras a Mercedes, que estaba temblando, y al sombrío y amenazador catalán alternativamente. Estas miradas le revelaron todo el misterio, y la cólera se apoderó de su corazón.
-Al darme tanta prisa en venir a vuestra casa, no creía encontrar en ella un enemigo.
-¡Un enemigo! -exclamó Mercedes dirigiendo una mirada de odio a su primo-; ¿un enemigo en mi casa? A ser cierto, yo lo cogería del brazo y me iría a Marsella, abandonando esta casa para no volver a pisar sus umbrales.
La mirada de Fernando centelleó.
-Y si te sucediese alguna desgracia, Edmundo mío -continuó con aquella calma implacable que daba a conocer a Fernando cuán bien leía en su siniestra mente-, si te aconteciese alguna desgracia, treparía al cabo del Morgión para arrojarme de cabeza contra las rocas.
Fernando se puso lívido.
-Pero  te  engañas,  Edmundo  -prosiguió  Mercedes-.  Aquí  no  hay  enemigo  alguno,  sino  mi  primo Fernando, que va a darte la mano como a su más íntimo amigo.
Y la joven fijó, al decir estas palabras, su imperiosa mirada en el catalán, quien, como fascinado por ella, se acercó lentamente a Edmundo y le tendió la mano.
Su odio desaparecía ante el ascendiente de Mercedes. Pero apenas hubo tocado la mano de Edmundo, conoció que había ya hecho todo lo que podía hacer, y se lanzó fuera de la casa.
-¡Oh! -exclamaba corriendo como un insensato, y mesándose los cabellos-. ¡Oh! ¿Quién me librará de ese hombre? ¡Desgraciado de mí!
-¡Eh!, catalán, ¡eh! ¡Fernando! ¿Adónde vas? -dijo una voz.
El joven se detuvo para mirar en torno y vio a Caderousse sentado con Danglars bajo el emparrado.
-¡Eh! -le dijo Caderousse-. ¿Por qué no te acercas? ¿Tanta prisa tienes que no te queda tiempo para dar los buenos días a tus amigos?
-Especialmente cuando tienen delante una botella casi llena -añadió Danglars. Fernando miró a los dos hombres como atontado y sin responderles.
-Afligido parece -dijo Danglars tocando a Caderousse con la rodilla-. ¿Nos habremos engañado, y se saldrá Dantés con su tema contra todas nuestras previsiones?
-¡Diantre! Es preciso averiguar esto -contestó Caderousse; y volviéndose hacia el joven le gritó-: Catalán, ¿te decides?
Fernando enjugóse el sudor que corría por su frente, y entró a paso lento bajo el emparrado, cuya sombra puso un tanto de calma en sus sentidos, y la frescura, vigor en sus cansados miembros.
-Buenos días: me habéis llamado, ¿verdad? -dijo desplomándose sobre uno de los bancos que rodeaban la mesa.
-Corrías como loco, y temí que te arrojases al mar -respondió Caderousse riendo-. ¡Qué demonio! A los amigos no solamente se les debe ofrecer un vaso de vino, sino también impedirles que se beban tres o cuatro vasos de agua.
Fernando exhaló un suspiro que pareció un sollozo, y hundió la cabeza entre las manos.
-¡Hum! ¿Quieres que te hable con franqueza, Fernando? -dijo Caderousse, entablando la conversación con esa brutalidad grosera de la gente del pueblo, que con la curiosidad olvidan toda clase de diplomacia-, pues tienes todo el aire de un amante desdeñado.
Y acompañó esta broma con una estrepitosa carcajada.
-¡Bah! -replicó Danglars-; un muchacho como éste no ha nacido para ser desgraciado en amores: tú te burlas, Caderousse.
-No-replicó éste-, fíjate, ¡qué suspiros!... Vamos, vamos, Fernando, levanta la cabeza y respóndenos. No está bien que calles a las preguntas de quien se interesa por tu salud.
-Estoy bien -murmuró Fernando apretando los puños, aunque sin levantar la cabeza.
-¡Ah!, ya lo ves, Danglars -repuso Caderousse guiñando el ojo a su amigo-. Lo que pasa es esto: que Fernando, catalán valiente, como todos los catalanes, y uno de los mejores pescadores de Marsella, está enamorado de una linda muchacha llamada Mercedes; pero desgraciadamente, a lo que creo, la muchacha ama por su parte al segundo de El Faraón; y como El Faraón ha entrado hoy mismo en el puerto... ¿Me comprendes?
-Que me muera, si lo entiendo -respondió Danglars:
-El pobre Fernando habrá recibido el pasaporte.
-¡Y bien! ¿Qué más? -dijo Fernando levantando la cabeza y mirando a Caderousse como aquel que busca en quién descargar su cólera-. Mercedes no depende de nadie, ¿no es así? ¿No puede amar a quien se le antoje?
--¡Ah!, ¡si lo tomas de ese modo --lijo Caderousse-, eso es otra cosa! Yo te tenía por catalán. Me han dicho que los catalanes no son hombres para dejarse vencer por un rival, y también me han asegurado que Fernando, sobre todo, es temible en la venganza.
-Un enamorado nunca es temible -repuso Fernando sonriendo.
-¡Pobre muchacho! -replicó Danglars fingiendo compadecer al joven-. ¿Qué quieres? No esperaba, sin duda, que volviese Dantés tan pronto. Quizá le creería muerto, quizás infiel, ¡quién sabe! Esas cosas son tanto más sensibles cuanto que nos están sucediendo a cada paso.
-Seguramente que no dices más que la verdad -respondió Caderousse, que bebía al  compás  que hablaba, y a quien el espumoso vino de Lamalgue comenzaba a hacer efecto-. Fernando no es el único que siente la llegada de Dantés, ¿no es así, Danglars?
-Sí, y casi puedo asegurarte que eso le ha de traer alguna desgracia.
-Pero no importa -añadió Caderousse llenando un vaso de vino para el joven, y haciendo lo mismo por duodécima vez con el suyo-; no importa, mientras tanto se casa con Mercedes, con la bella Mercedes... se sale con la suya.
Durante  este  coloquio,  Danglars  observaba  con  mirada  escudriñadora  al  joven.  Las  palabras  de Caderousse caían como plomo derretido sobre su corazón.
-¿Y cuándo es la boda? -preguntó.
-¡Oh!, todavía no ha sido fijada -murmuró Fernando.
-No, pero lo será -dijo Caderousse-; lo será tan cierto como que Dantés será capitán de El Faraón: ¿no opinas tú lo mismo, Danglars?
Danglars se estremeció al oír esta salida inesperada, volviéndose a Caderousse, en cuya fisonomía estudió a su vez si el golpe estaba premeditado; pero sólo leyó la envidia en aquel rostro casi trastornado por la borrachera.
-¡Ea! -dijo llenando los vasos-. ¡Bebamos a la salud del capitán Edmundo Dantés, marido de la bella catalana!
Caderousse llevó el vaso a sus labios con mano temblorosa, y lo apuró de un sorbo. Fernando tomó el suyo y lo arrojó con furia al suelo.
-¡Vaya! -exclamó Caderousse-. ¿Qué es lo que veo allá abajo en dirección a los Catalanes? Mira, Fernando, tú tienes mejores ojos que yo: me parece que empiezo a ver demasiado, y bien sabes que el vino engaña mucho... Diríase que se trata de dos amantes que van agarrados de la mano... ¡Dios me perdone! ¡No presumen que les estamos viendo, y mira cómo se abrazan!
Danglars no dejaba de observar a Fernando, cuyo rostro se contraía horriblemente.
-¡Calle! ¿Los conocéis, señor Fernando? -dijo.
-Sí -respondió éste con voz sorda-. ¡Son Edmundo y Mercedes!
-¡Digo! -exclamó Caderousse-. ¡Y yo no los conocía! ¡Dantés! ¡Muchacha! Venid aquí, y decidnos cuándo es la boda, porque el testarudo de Fernando no nos lo quiere decir.
-¿Quieres callarte? --dijo Danglars, fingiendo detener a Caderousse, que tenaz como todos los que han bebido mucho se disponía a interrumpirles-. Haz por tenerte en pie, y deja tranquilos a los enamorados. Mira, mira a Fernando, y toma ejemplo de él.
Acaso éste, incitado por Danglars, como el toro por los toreros, iba al fin a arrojarse sobre su rival, pues ya de pie tomaba una actitud siniestra, cuando Mercedes, risueña y gozosa, levantó su linda cabeza y clavó en Fernando su brillante mirada. Entonces el catalán se acordó de que le había prometido morir si Edmundo moría, y volvió a caer desesperado sobre su asiento.
Danglars miró sucesivamente a los dos hombres, el uno embrutecido por la embriaguez y el otro dominado por los celos.
-¡Oh! Ningún partido sacaré de estos dos hombres -murmuró-, y casi tengo miedo de estar en su compañía. Este bellaco se embriaga de vino, cuando sólo debía embriagarse de odio; el otro es un imbécil que le acaban de quitar la novia en sus mismas narices, y se contenta solamente con llorar y quejarse como un chiquillo. Sin embargo, tiene la mirada torva como los españoles, los sicilianos y los calabreses que saben vengarse muy bien; tiene unos puños capaces de estrujar la cabeza de un buey tan pronto como la cuchilla del carnicero... Decididamente el destino le favorece; se casará con Mercedes, será capitán y se burlará de nosotros como no... (una sonrisa siniestra apareció en los labios de Danglars), como no tercie yo en el asunto.
-¡Hola! -seguía llamando Caderousse a medio levantar de su asiento-. ¡Hola!, Edmundo, ¿no ves a los amigos, o lo has vuelto ya tan orgulloso que no quieres siquiera dirigirles la palabra?
-No, mi querido Caderousse -respondió Dantés-; no soy orgulloso, sino feliz, y la felicidad ciega algunas veces más que el orgullo.
-Enhorabuena, ya eso es decir algo -replicó Caderousse-. ¡Buenos días, señora Dantés! Mercedes saludó gravemente.
-Todavía no es ése mi apellido -dijo-, y en mi país es de mal agüero algunas veces el llamar a las muchachas con el nombre de su prometido antes que se casen. Llamadme Mercedes.
-Es menester perdonar a este buen vecino -añadió Dantés-. Falta tan poco tiempo...
-¿Conque, es decir, que la boda se efectuará pronto, señor Dantés? -dijo Danglars saludando a los dos jóvenes.
-Lo más pronto que se pueda, señor Danglars: nos toman hoy los dichos en casa de mi padre, y mañana o pasado mañana a más tardar será la comida de boda, aquí, en La Reserva; los amigos asistirán a ella; lo que quiere decir que estáis invitados desde ahora, señor Danglars, y tú también, Caderousse.
-¿Y Fernando? -dijo Caderousse sonriendo con malicia-; ¿Fernando lo está también?
-El hermano de mi mujer lo es también mío -respondió Edmundo-, y con muchísima pena le veríamos lejos de nosotros en semejante momento.
Fernando abrió la boca para contestar; pero la voz se apagó en sus labios y no pudo articular una sola palabra.
-¡Hoy los dichos, mañana o pasado la boda!... ¡Diablo!, mucha prisa os dais, capitán.
-Danglars -repuso Edmundo sonriendo-, dígo lo que Mercedes decía hace poco a Caderousse: no me deis ese título que aún no poseo, que podría ser de mal agüero para mí.
-Dispensadme -respondió Danglars-. Decía, pues, que os dais demasiada prisa. ¡Qué diablo!, tiempo sobra: El Faraón no se volverá a dar a la mar hasta dentro de tres meses.
-Siempre tiene uno prisa por ser feliz, señor Danglars; porque quien ha sufrido mucho, apenas puede creer en la dicha. Pero no es sólo el egoísmo el que me hace obrar de esta manera; tengo que ir a París.
-¡Ah! ¿A París? ¿Y es la primera vez que vais allí, Dantés?
-Sí.
-Algún negocio, ¿no es así?
-No mío; es una comisión de nuestro pobre capitán Leclerc. Ya comprenderéis que esto es sagrado. Sin embargo, tranquilizaos, no gastaré más tiempo que el de ida y vuelta.
-Sí, sí, ya entiendo -dijo Danglars. Y después añadió en voz sumamente baja-: A París... Sin duda, para llevar alguna carta que el capitán le ha entregado. ¡Ah!, ¡diantre! Esa carta me acaba de sugerir una idea... una excelente idea. ¡Ah! ¡Dantés!, amigo mío, aún no tienes el número 1 en el registro de El Faraón. -Y volviéndose en seguida hacia Edmundo, que se alejaba:- ¡Buen viaje! -le gritó.
-Gracias -respondió Edmundo volviendo la cabeza, y acompañando este movimiento con cierto ademán amistoso. Y los dos enamorados prosiguieron su camino, tranquilos y alborozados como dos ángeles que se elevan al cielo.


回复

使用道具 举报

381

主题

60

回帖

1915

积分

管理员

Rank: 9Rank: 9Rank: 9

积分
1915
 楼主| 发表于 2019-6-2 16:33:58 | 显示全部楼层
《基督山伯爵》 第一部分 第三章 迦太罗尼亚人的村庄
---------------------------------------------------------------------
  那二位朋友一面喝着泛着泡沫的拉玛尔格酒,一面竖着耳朵,留神着百步开外的一个地方。那儿,在一座光秃秃的被风雨无情的侵蚀了的小山的后面,有一个小村庄,便是罗尼亚人居住的地方。很久以前有一群神秘的移民离开西班牙,来到了这块突出在海湾里的地带安居下来了,一直生活到现在,当时没有人知道他们从什么地方来。也没有人能够听懂他们所说的话。移民中的一位首领懂普罗旺斯语,就恳求马赛市政当局把这块荒芜贫瘠的海岬赐给他们,以便他们可以象古代的航海者那样把他们的小船拖到岸上安居下来。当局同意了他们的这个要求。三个月后,在那十四五艘当初运载这些移民渡海而来的小帆船周围,就兴建了一个小小的村庄。
    这个村庄的建筑风格独树一帜,一半似西班牙风格,一半似摩尔风格,别有情趣,现在的居民就是当初那些人的后代,他们还是说着他们祖先的语言。三四百年来,他们象一群海鸟似的一心一意地依恋在这块小海岬上,与马赛人界限分明,他们族内通婚,保持着他们原有的风俗习惯,犹如保持他们的语言一样。
  读者仍请随我穿过这小村子里惟一的一条街,走进其中的一所房子里,这所房子的墙外爬满了颇具乡村风味的藤类植物,阳光普照着那些枯死的叶子,上面涂上了一层美丽的色彩,房子里面是用象西班牙旅馆里那样千篇一律的石灰粉刷的。
    一个年轻美貌的姑娘正斜靠在壁板上,她的头发黑得象乌玉一般,眼睛象羚羊的眼睛一般温柔,她那富有古希腊雕刻之美的纤细的手指,正在抚弄一束石南花,那花瓣被撕碎了散播在地板上。她的手臂一直裸到肘部,露出了被日光晒成褐色的那部分,美得象维纳斯女神的手一样。她那双柔软好看的脚上穿着纱袜,踝处绣着灰蓝色的小花,由于内心焦燥不安,一只脚正在轻轻地拍打着地面,好象故意要展露出她那丰满匀称小腿似的。离她不远处,坐着一个年约二十二岁的高大青年,他跷起椅子的两条后腿不住地摇晃着,手臂支撑在一张被蛀虫蚀的旧桌子上,他在注视着她,脸上一副烦恼不安的神色。
  他在用眼睛询问她,但年轻姑娘以坚决而镇定的目光控制住了他。
  “你看,美塞苔丝,”那青年说道,“复活节快要到了,你说,这不正是结婚的好时候吗?”
  “我已经对你说过一百次啦,弗尔南多。你再问下去是自寻烦恼了。”
  “唉,再说一遍吧,我求求你,再说一遍吧,这样我才会相信!就算说一百遍也好。说你拒绝我的爱。那可是你母亲曾经许诺过,让我进一步了解你不关心我的幸福,对我的死活一点不放在心上,唉!十年来我一直梦想着成为你的丈夫,美塞苔丝,而现在你却使我的希望破灭了,那可是我活在世上惟一的希望啊!”
  “可这毕竟不是我让你抱那种希望的,弗尔南多,”美塞苔丝回答说,“你怪不得我,我从未诱惑过你。我一直都对你说,‘我只把你看作我的哥哥,别向我要求超出兄妹之爱的感情,因为我的心早已属于另外一个人了。’我不是一直都对你这样说的吗,弗尔南多?”
  “是的,我知道得很清楚,美塞苔丝,”青年回答道。“是的,你对我坦白,这固然很好,但毕竟残酷。你忘记了同族通婚是我们迦太罗尼亚人的一条神圣的法律了吗?”
  “你错了,弗尔南多,那不是一条什么法律,只不过是一种风俗罢了。我求你不要靠这种风俗来帮你的忙啦,你已到了服兵役的年龄,目前只是暂时缓征,你随时都可能应征入伍的。旦当了兵,你怎么来安置我呢?我——一个无依无靠的孤儿,没有财产,只有一间快塌了的小屋和一些破烂的渔网,这点可怜的遗产还是我父亲传给我母亲,我母亲又传给我的呢。弗尔南多,你也知道我母亲去世已一年多了,我几乎完全靠着大伙儿救济才得以维持生计,你有时装着要我帮你的忙,好借此让我分享你捕鱼得来的收获,我接受了,弗尔南多,因为你是我的表兄,我们从小一起长大的,更因为,假如我拒绝,会伤了你的心。但我心里很明白,我拿这些鱼去卖,换亚麻纺线——弗尔南多,这和施舍有什么两样呢!”
  “那又有什么关系呢?美塞苔丝,尽管你这样孤单穷苦,但你仍然象最骄傲的船主女儿或马赛最有钱的银行家的小姐,完全配得上我的!对我来说,我只要一个忠心的女人和好主妇,可我现在到哪儿才能找到一个在这两方面比你更好的人呢?”
  “弗尔南多,”美塞苔丝摇摇头说道,“一个女人能否成为一个好主妇倒很难说,但假如她爱着另外一个人甚于爱她的丈夫,谁还能说她是一个忠心的女人呢?请你满足于我们之间的友谊吧,我对你再说一遍,只能对你许诺这些,我无法许诺我不能给你的东西。”
  “我懂了,”弗尔南多回答说,“你可以忍受自己的穷困,却怕我受穷,那么,美塞苔丝,只要有了你的爱,我就会去努力奋斗。你会给我带来好运的,我会发财的,我可以扩大我的渔业,或许还可以找到一个货仓管理员的职位,到时候我就可以成为一个商人了。”
  “你是不能去做这种事的,你是个士兵,你之所以还能留在村里,那是因为现在没有战争。所以,你还是做一个渔夫吧。 别胡思乱想了,因为梦想会使你觉得现实更令人难以忍受。就以我的友谊为满足吧,因为我实在不能给你超出这点以外的情感。”
  “那么,你说得对,美塞苔丝。既然你鄙视我们祖先传下来的这身衣服,我就脱掉它。去当一名水手,戴一顶闪光的帽子,穿一件水手衫,外加一件蓝色的短外套,纽扣上镶有铁锚。这样一身打扮该讨你喜欢了吧?”
  “你这是什么意思?”美塞苔丝忿忿的瞟了他一眼。“——你在胡说些什么?我不懂。”
  “我的意思是,美塞苔丝,你之所以对我如此冷酷无情,都是因为你在等一个人,他就是这样一身打扮。不过也许你所等待的这个人是靠不住的,即使他自己可靠,大海对他是否可靠可就难说了。”
  “弗尔南多!”美塞苔丝高声喊了起来,“我原以为你是个心地善良的人,现在我才知道我错了!弗尔南多,你祈求上帝降怒来帮助你泄私愤真是太卑鄙了!是的,我不否认,我是在等待着,我是爱你所指的那个人,即使他不回来,我也不相信他会象你所说的那样靠不住,我相信他至死都只会爱我一个人。”
  迦太罗尼亚青年显出忿忿的样子。
  “我知道你心里怎么想的,弗尔南多,因为我不爱你,所以你对他怀恨在心,你会用你的迦太罗尼亚短刀去同他的匕首决斗的。可那终究又能得到什么结果呢?假如你失败了,你就会失去我的友谊,假如你打败了他,你就会看到我对你的友谊变成了仇恨。相信我,想靠和一个男人去打架来赢得爱那个男人的女人的心,这种方法简直太笨了。不,弗尔南多,你决不能有这种坏念头。无法使我做你的妻子,你还可以把我看作你的朋友和妹妹的。”她的眼睛里已含着泪水,茫然地说,“等着吧,等着吧,弗尔南多!你刚才说海是变幻莫测的,他已经去了四个月了,这四个月中曾有过几次险恶的风暴。”
  弗尔南多没有回答,他也不想去擦掉美塞苔丝脸上的泪水,虽然那每一滴眼泪都好象在他的心上在每一滴血一样,但这些眼泪并非是为他恰恰相反是为另一个人流的,他站起身来,在小屋里踱来踱去,然后他突然脸色阴沉地捏紧了拳头在美塞苔丝面前停了下来,对她说,“美塞苔丝,求你再说一遍,这是不是你最后的决定?”
  “我爱爱德蒙·唐太斯,”姑娘平静地说,“除了爱德蒙,谁也不能做我的丈夫。”
  “你永远爱他吗?”
  “我活一天,就爱他一天。”
  弗尔南多象一个战败了的战士垂下了头,长长地出了一口气,突然他又抬起头来望着她,咬牙切齿地说:“假如他死——”
  “假如他死了,我也跟着死。”
  “美塞苔丝!”这时一个声音突然在屋外兴冲冲地叫了起来,“美塞苔丝!”
  “啊!”青年女子的脸因兴奋而涨的通红,兴奋地一跃而起,“你看,他没有忘记我,他来了!”她冲到门口,打开门,说,“爱德蒙,我在这儿呢!”
  弗尔南多脸色苍白,全身颤抖,象看见了一条赤练蛇的游人一般,他向后缩去,踉踉跄跄地靠在椅子上,一下子坐了下去。爱德蒙和美塞苔丝互相紧紧地拥抱着,马赛耀眼的阳光从开着门的房间走来,把他们照射在光波里面。他们瞬时忘掉了一切。极度地快活仿佛把他们与世隔绝,他们只能断断续续地讲话,这是因为他们高兴地到了极点,当人们极端高兴时,表面看来反象悲伤。
    突然爱德蒙发现了弗尔南多那张阴沉的脸,这张埋在阴影里的脸带着威胁的神气。那迦太罗尼亚青年不自觉动了一下,下意识地按了按在腰部皮带上的短刀。
  “啊,对不起!”唐太斯皱着眉头转过身来说,“我不知道这儿有三个人。”然后他转过身去问美塞苔丝,“这位先生是谁?”
  “这位先生将要成为你最好的朋友,唐太斯,因为他是我的朋友,我的堂兄,我的哥哥,他叫弗尔南多——除了你以外,爱德蒙,他就是世界上我最喜爱的人了。你不记得他了吗?”
  “是的,记得,”爱德蒙说道,他并没有放开美塞苔丝的手,用一只手握着美塞苔丝,另一只手亲热地伸给了那个迦太罗尼亚人。但弗尔南多对这个友好的表示毫无反映,依旧象一尊石像似的一动也不动。爱德蒙于是拿回手,仔细看了看这边正在焦急为难的美塞苔丝,又看了看那边怀着阴郁敌意的弗尔南多。这一看他全明白了,他脸色立刻变了,有点发怒了。
  “我如此匆忙地赶来,想不到在这儿会遇到一个对头。”
  “一个对头!”美塞苔丝愤怒地扫了她堂兄一眼,喊道,“你说什么,爱德蒙,我家里有一个对头?假如果真如此,我就要挽起你的胳膊,我们一同到马赛去,离开这个家,永远不回来了。”
  弗尔南多的眼里几乎射出火来。
  “要是你遭到什么不幸,亲爱的爱德蒙,”姑娘继续镇静地说下去,使弗尔南多觉得她已洞悉他心底深处的坏念头,“要是你真的遭到不幸,我就爬到莫尔吉翁海角的岩石上去,从那儿跳下去,永远葬身海底。”
  弗尔南多脸色惨白,象死人一样。
  “你弄错啦,爱德蒙,”她又说,“这儿没有你的对头——这儿只有我的哥哥弗尔南多,他会象一个老朋友那样跟你握手的。”
  年轻姑娘说完最后这句话,便把她那威严的眼光盯住迦太罗尼亚人弗尔南多,后者则象被那睛光催眠了一样,慢慢地向爱德蒙走来,伸出了他的手。他的仇恨象一个来势汹猛却又无力的浪头,被美塞苔丝所说的一番话击得粉碎。刚一触到爱德蒙的手,他就觉得再也无法忍受了,于是便一下子冲出屋子去了。
  “噢!噢!”他喊着,象个疯子似的狂奔着,双手狠狠地猛抓自己的头发,——“噢!谁能帮我除掉这个人?我真是太不幸了!”
  “喂,迦太罗尼亚人!喂弗尔南多!你到哪儿去?”一个声音传来。
  那青年突然停了下来,环顾四周,看见卡德鲁斯和腾格拉尔在一个凉棚里对桌而坐。
  “喂,”卡德鲁斯说,“你怎么不过来呀?难道你就这么连向你的老朋友打声招呼的时间都没有了吗?”
  “尤其是当他们面前还放着满满一瓶洒的时候。”腾格拉尔接上一句。
  弗尔南多带着一种恍恍惚惚的眼神望着他们,什么也没说。
  “他看上去不大对头,”腾格拉尔碰碰卡德鲁斯的膝盖说。
  “别是我们弄错了,唐太斯得胜了吧?”
  “唔,我们来问个明白吧,”卡德鲁斯说着,就转过身去对那青年说道,“喂,迦太罗尼亚人,你拿定主意了吗?”
  弗尔南多擦了擦额头上的冷汗,慢慢地走入凉棚,在那凉棚中,荫凉似乎使他平静了些,清爽的空气使他那精疲力尽的身体重新振作了一些。
  “你们好!”他说道,“是你们叫我吗?”说着他便重重地在桌子旁边的椅子上坐了下来,象瘫下来似的。
  “我看你象个疯子似的乱跑,就叫了你一声,怕你去跳海,”卡德鲁斯大笑着说。“见鬼!一个人有了朋友,不但得请他喝酒,还得劝阻他不要没事找事地去喝三四品顺水!”
  --------------
  (法国旧时一种液体容量单位,“一品顺”等于零点九三升。)
  --------------
  弗尔南多象是在呻吟似的叹了一口气,一下子伏在了桌子上,把脸埋在两只手掌里。
  “咦,我说,弗尔南多,”卡德鲁斯一开头就戳到了对方痛处,这种小市民气的人由于好奇心竟忘记了说话的技巧,“你的脸色看上去很不对劲,象是失恋了似的。”说完便爆发出一阵粗鲁的大笑。
  “得了罢!”腾格拉尔说,“象他那样棒的青年小伙子怎么会在情场上吃败仗呢。卡德鲁斯,你别开他的玩笑了!”
  “不,”卡德鲁斯答道,“你只要听听他叹息的声音就知道了!得了,得了,弗尔南多把头抬起来,跟我们说说看。朋友们可是最关心你的健康,你不回答我们可不太好呀。”
  “我很好,没生什么玻”弗尔南多紧握双拳,头依然没抬起来说。“啊!你看,腾格拉尔,”卡德鲁斯对他的朋友使了个眼色,说道,“是这么回事,现在在你眼前的弗尔南多,他是一个勇敢的迦太罗尼亚人,是马赛首屈一指的渔夫。他爱上了一位非常漂亮的姑娘,芳名叫美塞苔丝,不幸得很,那位漂亮姑娘却偏偏爱着法老号上的大副,今天法老号到了——你该明白这其中的奥妙了吧!”
  “不,我不明白。”腾格拉尔说。
  “可怜的弗尔南多,竟然被人家姑娘给拒绝了。”卡德鲁斯补充说。
  “是的,可这又怎么样?”弗尔南多猛地抬起头来,眼睛直盯着卡德鲁斯,象要找谁来出气似的。“谁管得着美塞苔丝?她要爱谁就爱谁,不是吗?”
  “哦!如果你偏要这么说,可就是另一回事了!”卡德鲁斯说。“我以为你是个真正的迦太罗尼亚人呢,人家告诉我说,凡是迦太罗尼亚人是绝不会让对手夺去一样东西的。人家甚至还对我说,尤其是弗尔南多,他的报复心可重了。”
  弗尔南多凄然微笑了一下,“一个情人是永远不会使人害怕的!”他说。
  “可怜的人!”腾格拉尔说,他假装感动得同情起这个青年来。“唉,你看,他没料到唐太斯会这样突然地回来。他正以为他已经在海上死了,或碰巧移情别恋了!突然发生了这种事,的确是很令人难受的。”
  “唉,真的,但无论如何,”卡德鲁斯一面说话,一面喝酒,这时拉马尔格酒的酒劲已开始在发作了,——“不管怎么说,这次唐太斯回来可是交了好运了,受打击的不只是弗尔南多一个人,腾格拉尔?”
  “哦,你的话没错,不过要我说他自己也快要倒霉了!”
  “嗯,别提了,”卡德鲁斯说,他给弗尔南多倒了一杯酒,也给自己倒了一杯,这已是他喝的也不知是第八杯还是第九杯了,而腾格拉尔始终只是抿一下酒杯而已。没关系你就等着看他是怎样娶那位可爱的美塞苔丝吧,——他这次回来就是来办这件事的。”
  腾格拉尔这时以锐利的目光盯着那青年,卡德鲁斯的话字字句句都融进了那青年的心里。
  “他们什么结婚时候?”他问。
  “还没决定!”弗尔南多低声地说。
  “不过,快了,”卡德鲁斯说,“这是肯定的,就象唐太斯肯定就要当法老号的船长一样。呃,对不对。腾格拉尔?”
  腾格拉尔被这个意外的攻击吃了一惊,他转身向卡德鲁斯,细察他的脸部的表情,看看他是不是故意的,但他在那张醉醉醺醺的脸上看到了嫉妒。
  “来吧,”他倒满三只酒杯说:“我们来为爱德蒙·唐太斯船长,为美丽的迦太罗尼亚女人的丈夫干一杯!”
  卡德鲁斯哆嗦着的手把杯子送到嘴边,咕咚一声一饮而进。弗尔南多则把酒杯掉在了地上,杯子碎了。
  “呃,呃,呃,”卡德鲁斯舌头发硬的说。“迦太罗尼亚人村那边,小山岗上那是什么东西呀?看弗尔南多!你的眼睛比我好使。我一点也看不清楚。你知道酒是骗人的家伙,但我敢说那是一对情人,正手挽手地在那儿并肩散步。老天爷!他们不知道我们能看见他们,这会儿他们正在拥抱呢!”
  腾格拉尔当然不会放过让弗尔南多更加痛苦的机会。
  “你认识他们吗,弗尔南多先生?”他说。
  “认识,”那青年低声回答。“那是爱德蒙先生和美塞苔丝小姐!”
  “啊!看那儿,喏!”卡德鲁斯说,“人怎么竟认不出他们呢!喂,唐太斯,喂,美丽的姑娘!到这边来,告诉我们,你们什么时候举行婚礼,因为弗尔南多先生就是不告诉我们!”
  “你别嚷好吗?”腾格拉尔故意阻止卡德鲁斯,后者却要说下去的样子带着醉鬼的拗性,已把头探出了凉棚。“为人要公道一点,让那对情人安安静静地去谈情说爱吧。看咱们的弗尔南多先生,向人家学习一下吧,人家这才叫通情达理!”
  弗尔南多已被腾格拉尔挑逗得忍无可忍了,他象一头被激怒的公牛,忽地一下站了起来,好象憋足了一股劲要向他的敌人冲去似的。正在这时,美塞苔丝带着微笑优雅地抬起她那张可爱的脸,闪动着她那对明亮的眸子。一看到这对眼睛,弗尔南多就想起她曾发出的威胁,便又沉重地跌回了他的座位上了。腾格拉尔对这两个人,看看这个又看看那个,一个在发酒疯,另一个却完全被爱征服了。
  “我跟这个傻瓜打交道是搞不出什么名堂来的,”他默默地自语道,“我竟在这儿夹在了一个是醉鬼,一个是懦夫中间,这真让我不安,可这个迦太罗尼亚人那闪光的眼睛却象西班牙人、西西里人和卡拉布兰人,而他不仅将要娶到一位漂亮的姑娘,而且又要做船长,他可以嘲笑我们这些人,除非——”腾格拉尔的嘴边浮起一个阴险的微笑——“除非我来做点什么干涉一下。”他加上了一句。
  “喂!”卡德鲁斯继续喊道,并用拳头撑住桌子,抬起了半个身子——“喂,爱德蒙!你竟究是没看见你的朋友呢,还是春风得意不愿和他们讲话?”
  “不是的,我的亲爱的朋友,”唐太斯回答,“我不是什么骄傲,只是我太快活了,而想快活是比骄傲更容易使人盲目的。”
  “呀,这倒是一种说法!”卡德鲁斯说。“噢,您好唐太斯夫人!”
  美塞苔丝庄重地点头示意说:“现在请先别这么称呼我,在我的家乡,人们说,对一个未结婚的姑娘,就拿她未婚夫的姓名称呼她,是会给她带来恶运的。所以,请你还是叫我美塞苔丝吧。”
  “我们得原谅这位好心的卡德鲁斯邻居,”唐太斯说,“他不小心说错话了。”
  “那么,就赶快举行婚礼呀,唐太斯先生。”腾格拉尔向那对年青人致意说。
  “我也是想越快越好,腾格拉尔先生。今天先到我父亲那儿把一切准备好,明天就在这儿的瑞瑟夫酒家举行婚礼。我希望我的好朋友都能来,也就是说,请您也来,腾格拉尔先生,还有你,卡德鲁斯。”
  “弗尔南多呢,”卡德鲁斯说完便格格地笑了几声,“也请他去吗?”
  “我妻子的兄长也是我的兄长,”爱德蒙说,“假如这种场合他不在,美塞苔丝和我就会感到很遗憾。”
  弗尔南多张开嘴想说话,但话到嘴边又止住了。
  “今天准备,明天举行婚礼!你也太急了点吧,船长!”
  “腾格拉尔,”爱德蒙微笑着说,“我也要像美塞苔丝刚才对卡德鲁斯所说的那样对你说一遍,请不要把还不属于我的头衔戴到我的头上,那样或许会使我倒霉的。”
  “对不起,”腾格拉尔回答,“我只不过是说你太匆忙了点。我们的时间还很多——法老号在三个月内是不会再出海的。”
  “人总是急于得到幸福的,腾格拉尔先生,因为我们受苦的时间太长了,实在不敢相信天下会有好运这种东西。我之所以这么着急,倒也并非完全为了我自己,我还得去巴黎去一趟。”
  “去巴黎?真的!你是第一次去那儿吧?”
  “是的。”
  “你去那儿有事吗”?
  “不是我的私事,是可怜的莱克勒船长最后一次差遣。你知道我指的是什么,腾格拉尔,这是我应尽的义务,而且,我去只要不长的时间就够了。”
  “是,是,我知道,”腾格拉尔说,然后他又低声对自己说,“到巴黎去,一定是去送大元帅给他的信。嗯!这封信倒使我有了一个主意!一个好主意唉,唐太斯,我的朋友,你还没有正式任命为法老号上的第一号人物呢。”于是他又转向那正要离去的爱德蒙大声喊到。“一路顺风!”
  “谢谢。”爱德蒙友好地点一下头说。于是这对情人便又平静而又欢喜地继续走他们的路去了。
  (第三章完)
  ————————————————————
回复

使用道具 举报

您需要登录后才可以回帖 登录 | 立即注册

本版积分规则

Archiver|手机版|小黑屋|estraducir.com

GMT+8, 2024-4-20 12:08 , Processed in 0.061120 second(s), 21 queries .

Powered by Discuz! X3.4

© 2001-2023 Discuz! Team.

快速回复 返回顶部 返回列表