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La Veridica Historia De A Q (V. El problema de la subsistencia)

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发表于 2022-3-4 00:45:15 | 显示全部楼层 |阅读模式
V. El problema de la subsistencia
Una vez A Q hubo terminado aquella ceremonia, regresó como siempre al Templo de los Dioses Tutelares. El sol se había ocultado y A Q fue cayendo en pensar que algo raro ocurría en el mundo. Reflexionó meticulosamente y llegó a la conclusión de que probablemente ello fuese así porque tenía la espalda desnuda. Recordó que tenía aún la vieja chaqueta forrada, se la puso y se acostó, y cuando abrió los ojos el sol brillaba de nuevo en lo alto de la muralla occidental. Se incorporó murmurando: —Hijo de perra...
Se levantó y fue a vagar por las calles como de costumbre y de nuevo le vino el pensamiento de que algo raro ocurría en el mundo, aunque algo diferente del frío que le hería el pellejo, ya que iba con la espalda desnuda. Al parecer, desde aquel día todas las mujeres de Weichuang se avergonzaban ante él, al punto que, cuando veían a A Q, todas se refugiaban dentro de las casas. Y hasta la propia Séptima Cuñada Zou, que tenía casi cincuenta años, se retiraba precipitadamente con las demás, llamando a su hija de once años. Esto le pareció sumamente extraño a A Q y pensó: «Estas criaturas se han puesto tímidas como señoritas. ¡Putas!»
Varios días después, sin embargo, volvió a sentir, aún con mayor fuerza, que el mundo funcionaba de un modo raro. En primer lugar, le negaron el crédito en la taberna; en segundo lugar, el viejo encargado del Templo de los Dioses Tutelares hizo algunas observaciones impertinentes como para significar que A Q debía irse; en tercer lugar, aunque no podía recordar el número exacto de días, transcurrieron muchos sin que nadie viniera a contratarlo para trabajo alguno. Sin el crédito de la taberna podía pasarse; si el viejo seguía urgiéndole a que se marchara, podía hacer caso omiso de su verbosidad; pero como nadie vino a darle trabajo, tuvo que pasar hambre. Y esto sí que era una situación de «hijo de perra».
Cuando A Q no pudo aguantar más, se fue a casa de sus antiguos patrones para averiguar qué pasaba —sólo le estaba prohibido cruzar el umbral de la casa del señor Chao—, pero se encontró con algo muy extraño: sólo apareció un hombre de pésimo humor que agitaba el puño como tratando de alejar a un mendigo, diciendo:
—¡No hay nada, nada! ¡Vete!
Aquello le resultaba a A Q cada vez más raro. Pensó: «Esta gente nunca pudo arreglárselas sin ayuda y no puede ser que ahora, de repente, no haya nada que hacer. Debe de haber gato encerrado en alguna parte». Pero después de cuidadosas averigua-ciones descubrió que los trabajos ocasionales se los daban a Pequeño Don. Este pequeño D era un mozo pobre, flaco y débil, aún inferior a Bigotes Wang ante los ojos de A Q. ¿Quién iba a pensar, pues, que aquel tipo miserable podía robarle sus medios de subsistencia? De modo que la indignación de A Q fue aún mayor que en ocasiones ordinarias y, mientras caminaba echando chispas, alzó de repente el brazo y comenzó a cantar un verso de ópera popular: —Te aplastaré con mi maza de acero...
Días más tarde se encontró con el propio Pequeño D ante el muro frente a la casa del señor Chian. «Cuando dos enemigos se encuentran, sus ojos arrojan fuego.» A Q se fue derecho hacia él y Pequeño D permaneció inmóvil.
—¡Maldita bestia! —dijo A Q, fulminándolo con la mirada y echando espuma por la boca.
—Soy un animal; ¿basta con eso?... —respondió Pequeño D.
Esta modestia enfureció a A Q más que nada, pero como no tenía una maza de acero en sus manos, todo lo que hizo fue echarse encima del Pequeño D y estirar el brazo para cogerle la coleta. Pequeño D trataba de proteger su trenza con una mano y de coger con la otra la coleta de A Q, por lo cual A Q también empleaba una mano para proteger su propia trenza. En el pasado, A Q jamás había considerado a Pequeño D digno de ser tomado en serio, pero como últimamente había pasado hambre, estaba tan flaco y débil como su enemigo, de modo que parecían dos antagonistas absolutamente equilibrados. Cuatro manos agarraban dos cabezas; ambos luchadores, doblados por la cintura, arrojaron una sombra azul en forma de arco iris sobre la blanca muralla de la familia Chian durante cerca de media hora.
—¡Basta! ¡Basta! —exclamaban los espectadores, probablemente tratando de imponer la paz.
—¡Bien, bien! —decían otros. Pero no está claro si era para imponer la paz, para aplaudir a los combatientes o para incitarlos a nuevos ataques.
Pero los dos rivales hacían oídos sordos a todo. Si A Q avanzaba tres pasos, Pequeño D retrocedía tres pasos y allí se quedaban quietos. Si Pequeño D avanzaba tres pasos, A Q retrocedía tres pasos y allí volvían a quedarse quietos. Al cabo de casi media hora Weichuang poseía muy pocos relojes que dieran la hora, de modo que es difícil calcularlo con exactitud; tal vez fuesen veinte minutos, cuando el sudor les corría por las mejillas y la cabeza les humeaba, A Q dejó caer las manos y, en el mismo instante, cayeron también las manos de Pequeño D. Se incorporaron simultáneamente y retrocedieron simultáneamente, abriéndose paso entre la multitud.
—¡Acuérdate, hijo de perra!... —dijo A Q volviendo la cabeza.
—¡Tú, hijo de perra, acuérdate!... —respondió Pequeño D, volviendo también la cabeza.
Aparentemente, la «batalla del dragón y el tigre» no había terminado en victoria ni en derrota y no se sabe si los espectadores estaban satisfechos o no, porque ninguno de ellos expresó su opinión. Pero ni siquiera así vino nadie a buscar a A Q para darle trabajo.
Un día tibio en que una suave brisa parecía anunciar el verano, A Q sintió frío; eso podía soportarlo, pero su mayor molestia era el estómago vacío. Su manta guateada, su sombrero de fieltro y su chaqueta habían desaparecido hacía mucho tiempo y al final había tenido que vender su chaqueta guateada. No le quedaba nada más que los pantalones, sin los cuales no podía quedarse de ningún modo. Tenía una chaqueta forrada destrozada, es verdad, pero como no fuera para hacer suela de zapatos no valía un comino. Hacía tiempo que esperaba recoger algún dinero, pero hasta el momento no había tenido éxito; también había tenido esperanza de encontrar un poco de dinero en su destartalada habitación y había buscado, inquieto, por todos los rincones, pero la habitación estaba absoluta y enteramente vacía. Por lo tanto se decidió a salir en busca de alimento.
Iba por el camino «en busca de alimento», cuando divisó la taberna familiar y el familiar pan cocido al vapor, pero pasó de largo, no sólo sin detenerse ni un segundo, sino aun sin sentir el más mínimo deseo. No era aquello lo que buscaba, aunque él mismo no sabía qué era lo que buscaba.
Weichuang no era un lugar grande y pronto lo dejó atrás. La mayor parte de la región, fuera de la aldea, consistía en plantaciones de arroz anegado, verdes hasta donde la vista podía alcanzar, aquí y allá manchas de objetos redondos, negros y móviles, que eran los hombres que cultivaban los campos. Pero A Q no tenía ojos para los placeres de la vida campesina y simplemente continuaba su camino porque sabía por instinto que aquello estaba muy lejos de su senda «en busca del alimento». En un momento dado se encontró ante las murallas del Convento del Sereno Recogimiento.
El convento también estaba rodeado de campos de arroz; sus blancas murallas destacaban nítidamente contra el verde tierno y, dentro de la baja muralla trasera, de barro, estaba el huerto. A Q vaciló un momento, mirando a su alrededor. Como no había nadie a la vista, saltó sobre la baja muralla, cogiéndose a una mata de polígala. El barro se deshizo con ruido de deslizamiento y las piernas de A Q temblaron de miedo; pero logró asirse a una morera y desde allí dio un salto al interior. Había una profusión de plantas, pero ni rastros de vino amarillo o pan o comestibles. Junto a la muralla occidental había un macizo de bambú y muchos brotes, pero desgraciadamente éstos no estaban cocinados. También había plantas de colza, pero ya habían dado semilla. La mostaza estaba a punto de florecer y la col estaba muy dura.
A Q se sintió tan desilusionado como un escolar fracasado en los exámenes e iba caminando lentamente hacia la puerta del jardín cuando de súbito dio un salto de alegría, porque allí, delante de sus ojos, ¿qué había sino un plantío de rábanos? Se puso en cuclillas y comenzó a arrancarlos, cuando de pronto una cabeza redonda asomó por la puerta y desapareció al instante; se trataba nada menos que de la monjita. A Q siempre había sentido el más olímpico desprecio por seres como las monjitas, pero las cosas del mundo exigen «un paso atrás para la reflexión», de modo que rápidamente arrancó cuatro rábanos, les quitó las hojas y los metió en los bolsillos de su chaqueta. Pero en ese momento había aparecido ya una monja vieja.
—¡Que Buda nos proteja, A Q! ¿Qué es lo que te impulsó a entrar en nuestro jardín y robarnos nuestros rábanos?... ¡Oh, Dios mío, qué pecado! ¡Oh, Dios mío, Buda nos proteja!
—¿Cuándo entré a tu jardín a robar rábanos? —contestó A Q, mirándola y emprendiendo la retirada.
—¡Ahora!... ¿Y ésos? —dijo la monja vieja, señalando los que abultaban en la chaqueta.
—¿Son tuyos? ¿Puedes hacer que contesten a tu llamada?
—Tú...
Sin terminar la frase, A Q echó a correr a toda velocidad, seguido por un perro negro, prodigiosamente gordo. Aquel perro estaba en la puerta principal y es un misterio cómo había llegado al huerto trasero. El perro corría gruñendo y estaba a punto de morder la pierna de A Q, cuando, muy oportunamente, cayó un rábano de los que éste llevaba y el perro, cogido por sorpresa, se detuvo durante un segundo. A Q saltó la muralla de barro y cayó, con rábanos y todo, fuera del convento. Dejó al perro negro ladrando todavía y a la anciana monja rezando sus oraciones.
Temiendo que la monja dejara salir al perro, A Q juntó sus rábanos y echó a correr, recogiendo de paso unas cuantas piedrezuelas; pero el perro negro no volvió a aparecer. A Q tiró las piedras y siguió su camino, mascando y pensando:
—No hay nada que hacer aquí; mejor me voy a la ciudad...
Cuando se hubo comido el tercer rábano, tenía decidido marcharse a la ciudad.
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 楼主| 发表于 2022-3-4 01:41:14 | 显示全部楼层
第5章 生计问题
阿Q礼毕之后,仍旧回到土谷祠,太阳下去了,渐渐觉得世上有些古怪。他仔细一想,终于省悟过来:其原因盖在自己的赤膊。他记得破夹袄还在,便披在身上,躺倒了,待张开眼睛,原来太阳又已经照在西墙上头了。他坐起身,一面说道,"妈妈的……"

    他起来之后,也仍旧在街上逛,虽然不比赤膊之有切肤之痛,却又渐渐的觉得世上有些古怪了。仿佛从这一天起,未庄的女人们忽然都怕了羞,伊们一见阿Q走来,便个个躲进门里去。甚而至于将近五十岁的邹七嫂,也跟着别人乱钻,而且将十一的女儿都叫进去了。阿Q很以为奇,而且想:"这些东西忽然都学起小姐模样来了。这娼妇们……"

    但他更觉得世上有些古怪,却是许多日以后的事。其一,酒店不肯赊欠了;其二,管土谷祠的老头子说些废话,似乎叫他走;其三,他虽然记不清多少日,但确乎有许多日,没有一个人来叫他做短工。酒店不赊,熬着也罢了;老头子催他走,噜苏一通也就算了;只是没有人来叫他做短工,却使阿Q肚子饿:这委实是一件非常"妈妈的"的事情。

    阿Q忍不下去了,他只好到老主顾的家里去探问,——但独不许踏进赵府的门槛,——然而情形也异样:一定走出一个男人来,现了十分烦厌的相貌,像回复乞丐一般的摇手道:

    "没有没有!你出去!"

    阿Q愈觉得稀奇了。他想,这些人家向来少不了要帮忙,不至于现在忽然都无事,这总该有些蹊跷在里面了。他留心打听,才知道他们有事都去叫小Don㈣。这小D,是一个穷小子,又瘦又乏,在阿Q的眼睛里,位置是在王胡之下的,谁料这小子竟谋了他的饭碗去。所以阿Q这一气,更与平常不同,当气愤愤的走着的时候,忽然将手一扬,唱道:

    "我手执钢鞭将你打!㈤……"

    几天之后,他竟在钱府的照壁前遇见了小D。"仇人相见分外眼明",阿Q便迎上去,小D也站住了。

    "畜生!"阿Q怒目而视的说,嘴角上飞出唾沫来。

    "我是虫豸,好么?……"小D说。

    这谦逊反使阿Q更加愤怒起来,但他手里没有钢鞭,于是只得扑上去,伸手去拔小D的辫子。小D一手护住了自己的辫根,一手也来拔阿Q的辫子,阿Q便也将空着的一只手护住了自己的辫根。从先前的阿Q看来,,小D本来是不足齿数的,但他近来挨了饿,又瘦又乏已经不下于小D,所以便成了势均力敌的现象,四只手拔着两颗头,都弯了腰,在钱家粉墙上映出一个蓝色的虹形,至于半点钟之久了。

    "好了,好了!"看的人们说,大约是解劝的。

    "好,好!"看的人们说,不知道是解劝,是颂扬,还是煽动。

    然而他们都不听。阿Q进三步,小D便退三步,都站着;小D进三步,阿Q便退三步,又都站着。大约半点钟,——未庄少有自鸣钟,所以很难说,或者二十分,——他们的头发里便都冒烟,额上便都流汗,阿Q的手放松了,在同一瞬间,小D的手也正放松了,同时直起,同时退开,都挤出人丛去。

    "记着罢,妈妈的……"阿Q回过头去说。

    "妈妈的,记着罢……"小D也回过头来说。

    这一场"龙虎斗"似乎并无胜败,也不知道看的人可满足,都没有发什么议论,而阿Q却仍然没有人来叫他做短工。

    有一日很温和,微风拂拂的颇有些夏意了,阿Q却觉得寒冷起来,但这还可担当,第一倒是肚子饿。棉被,毡帽,布衫,早已没有了,其次就卖了棉袄;现在有裤子,却万不可脱的;有破夹袄,又除了送人做鞋底之外,决定卖不出钱。他早想在路上拾得一注钱,但至今还没有见;他想在自己的破屋里忽然寻到一注钱,慌张的四顾,但屋内是空虚而且了然。于是他决计出门求食去了。


    他在路上走着要"求食",看见熟识的酒店,看见熟识的馒头,但他都走过了,不但没有暂停,而且并不想要。他所求的不是这类东西了;他求的是什么东西,他自己不知道。

    未庄本不是大村镇,不多时便走尽了。村外多是水田,满眼是新秧的嫩绿,夹着几个圆形的活动的黑点,便是耕田的农夫。阿Q并不赏鉴这田家乐,却只是走,因为他直觉的知道这与他的"求食"之道是很辽远的。但他终于走到静修庵的墙外了。

    庵周围也是水田,粉墙突出在新绿里,后面的低土墙里是菜园。阿Q迟疑了一会,四面一看,并没有人。他便爬上这矮墙去,扯着何首乌藤,但泥土仍然簌簌的掉,阿Q的脚也索索的抖;终于攀着桑树枝,跳到里面了。里面真是郁郁葱葱,但似乎并没有黄酒馒头,以及此外可吃的之类。靠西墙是竹丛,下面许多笋,只可惜都是并未煮熟的,还有油菜早经结子,芥菜已将开花,小白菜也很老了。

    阿Q仿佛文童落第似的觉得很冤屈,他慢慢走近园门去,忽而非常惊喜了,这分明是一畦老萝卜。他于是蹲下便拔,而门口突然伸出一个很圆的头来,又即缩回去了,这分明是小尼姑。小尼姑之流是阿Q本来视若草芥的,但世事须"退一步想",所以他便赶紧拔起四个萝卜,拧下青叶,兜在大襟里。然而老尼姑已经出来了。

    "阿弥陀佛,阿Q,你怎么跳进园里来偷萝卜!……阿呀,罪过呵,阿唷,阿弥陀佛!……"

    "我什么时候跳进你的园里来偷萝卜?"阿Q且看且走的说。

    "现在……这不是?"老尼姑指着他的衣兜。

    "这是你的?你能叫得他答应你么?你……"

    阿Q没有说完话,拔步便跑;追来的是一匹很肥大的黑狗。这本来在前门的,不知怎的到后园来了。黑狗哼而且追,已经要咬着阿Q的腿,幸而从衣兜里落下一个萝卜来,那狗给一吓,略略一停,阿Q已经爬上桑树,跨到土墙,连人和萝卜都滚出墙外面了。只剩着黑狗还在对着桑树嗥,老尼姑念着佛。

    阿Q怕尼姑又放出黑狗来,拾起萝卜便走,沿路又捡了几块小石头,但黑狗却并不再现。阿Q于是抛了石块,一面走一面吃,而且想道,这里也没有什么东西寻,不如进城去……

    待三个萝卜吃完时,他已经打定了进城的主意了。
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