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La Veridica Historia De A Q (VII. La revolución)

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发表于 2022-3-4 00:48:05 | 显示全部楼层 |阅读模式
VII. La revolución
El decimocuarto día del noveno mes lunar del tercer año del reinado del Emperador Süantong —el día en que A Q vendió su alforja a Chao Bai-yan—, a medianoche, después del cuarto toque de la tercera ronda, una gran embarcación con una tienda negra sobre la cubierta llegó al muelle de la familia Chao. El barco flotaba en la oscuridad, mientras los aldeanos dormían profundamente, de modo que no sabían nada de aquello, pero como se fue al amanecer, un buen número de personas pudo verlo. Una imperti-nente investigación reveló que el barco pertenecía al señor licenciado del examen provincial.
Ello causó gran inquietud en Weichuang y, hacia el mediodía, el corazón de los aldeanos latía aceleradamente. La familia Chao guardó completo silencio en cuanto a la misión del barco, pero se murmuraba en la casa de té y en la taberna que los revolucionarios iban a penetrar en la ciudad y el señor licenciado del examen provincial había venido a buscar refugio en aquella aldea. Únicamente la Séptima Cuñada Zou pensaba de otro modo, diciendo que el señor licenciado del examen provincial sólo quería desembarcar unos cuantos baúles destrozados, pero que el señor Chao se había opuesto. En realidad, el licenciado del examen provincial y el bachiller de la familia Chao no estaban en buenas relaciones, de modo que era lógicamente improbable que demostraran amistad «en la adversidad»; además la Séptima Cuñada Zou era vecina de la familia Chao y sabía mejor lo que ocurría. Por consiguiente, ella debía de tener razón.
Sin embargo, se difundió el rumor de que, si bien el señor licenciado del examen provincial no había venido personalmente, había enviado en cambio una larga carta estableciendo un «parentesco sinuoso» con la familia Chao; que el señor Chao, después de pensarlo, había decidido que en ello no debía haber ningún mal para él, de modo que recibió los baúles que ahora estaban guardados debajo de la cama de su mujer. Por lo que se refiere a los revolucionarios, algunos decían que ya habían entrado en la ciudad esa misma noche, con casco y armadura blancos: el traje de luto por Chongchen, el último emperador de la dinastía Ming.
Hacía mucho que A Q había oído hablar de los revolucionarios y ese año había visto con sus propios ojos decapitar a uno. Pero se le ocurrió, no se sabe cómo, que éstos empuñaban la bandera de la rebelión y que una rebelión haría difíciles las cosas para él, de manera que siempre «los había detestado profundamente». ¿Quién iba a decir que podían aterrorizar a un licenciado de examen provincial, conocido en cincuenta kilómetros a la redonda? En consecuencia A Q no pudo evitar sentirse un poco «fas-cinado», al mismo tiempo que le llenaba de regocijo el terror de todos los malditos habitantes de Weichuang.
—No es mala cosa una revolución —pensó A Q—. Terminará con todos estos hijos de perra... ¡Todos son odiosos, detestables en sumo grado!... Hasta yo quiero pasarme a los revolucionarios.
A Q estaba últimamente en la cuarta pregunta y es probable que se sintiera insatisfecho; agréguese a ello el hecho de haber bebido dos tazones a mediodía, teniendo el estómago vacío, por lo que se emborrachó con mayor rapidez. Mientras caminaba, se sentía flotar en el aire. De pronto, curiosamente, sintió como si los revolucionarios fueran él mismo, y todos los habitantes de Weichuang fuesen prisioneros suyos. Incapaz de contener su alegría, empezó a gritar a voz en cuello:
—¡Rebelión! ¡Rebelión!
Los habitantes de Weichuang lo miraban consternados. Nunca había visto A Q expresiones tan lamentables y esa visión le hizo sentir tan bien como si hubiera bebido un vaso de agua helada en pleno verano. De modo que continuó aún más feliz gritando:
—Muy bien... Tomaré lo que quiera. Tendré amistad con quien me plazca.

¡De de, chiang chiang!
Lamento haber matado por equivocación a mi querido amigo Cheng en mi borrachera.
Lamento haber matado... ¡Ya, ya, ya!
¡De de, chiang chiang, chiang-ling-chiang!
Te aplastaré con mi maza de acero...

El señor Chao y su hijo estaban en ese instante parados en su puerta discutiendo la revolución con sus dos parientes verdaderos. Pero A Q no los vio cuando pasaba cantando, cara al cielo:
—¡De, de!...
—¡Eh, viejo Q! —dijo el señor Chao, tímidamente, en voz baja.
—¡Chiang chiang! —cantaba A Q, incapaz de imaginar que su nombre pudiese ser asociado con el tratamiento de «viejo», pensando haber oído mal y que eso no tenía nada que ver con él. De modo que continuó cantando «¡De, chiang, chiang-ling-chiang, chiang!»
—¡Viejo Q!
—Lamento...
—¡A Q!—. El bachiller no halló otra cosa mejor que llamarle por su nombre.
Sólo entonces se detuvo A Q.
—¿Qué? —preguntó con la cabeza ladeada.
—Viejo Q... ahora... —Pero de nuevo el señor
Chao encontró dificultades con las palabras—. Ahora... ¿eres rico?
—¿Rico? Claro que sí. Tomo lo que quiero...
—A... hermano A Q, tus pobres amigos, como nosotros, no tienen ninguna importancia... —dijo Chao Bai-yan con aprensión como si tratara de tirar de la lengua a los revolucionarios.
—¿Pobres amigos? Está claro que usted es más rico que yo —dijo A Q y se fue.
Allí se quedaron los otros, desilusionados, sin habla. Entonces el señor Chao y su hijo se metieron en casa y esa tarde discutieron el problema hasta que llegó la hora de encender las lámparas. Cuando Chao Bai-yan regresó a su hogar, sacó la alforja del dinero que llevaba colgada a la cintura y se la entregó a su mujer para que la escondiera en el fondo del cofre.
Durante un rato, A Q creyó caminar en el aire, pero al llegar al Templo de los Dioses Tutelares la borrachera se le había pasado por completo. Esa noche, el viejo encargado del Templo estaba inusitadamente amistoso y le ofreció té; entonces A Q le pidió dos tortillas y, después de comérselas, le pidió una vela de cuatro onzas, usada, y un candelabro. Encendió la candela y se acostó a solas en su pequeño cuarto. Se sentía inefablemente ligero y feliz, mientras la luz de la vela saltaba y pestañeaba como en la Fiesta de la Linterna y su imaginación también parecía retozar.
«¿Revolución? Sería divertido... Vendría un grupo de revolucionarios, todos con cascos y armaduras blancos, con navajas planas, mazas de acero, bombas, fusiles extranjeros, cuchillos de doble filo de tres puntas y lanzas con ganchos. Pasarían por el Templo de los Dioses Tutelares y dirían: —A Q, ven con nosotros, ven con nosotros—. Entonces yo me iría con ellos...
»Y todos los malditos aldeanos de Weichuang me darían risa; y se arrodillarían y mendigarían: —A Q, perdónanos la vida—. ¡Pero quién los oiría! Los primeros en morir serían Pequeño D y el señor Chao y luego el bachiller y Falso Demonio Extranjero... aunque tal vez perdonara a algunos. Al principio, hubiese perdonado a Bigotes Wang, pero ahora ni siquiera a éste quiero perdonar...
»Y los objetos... Entraría y abriría los cofres: lingotes de oro, monedas de plata, blusas de calicó importado... Primero trasladaría la cama de Ningbo de la esposa del bachiller al Templo, y también trasladaría las mesas y las sillas de la familia Chian... o si no, usaría las de la familia Chao. Yo no movería un dedo, ordenaría a Pequeño D que me trasladara las cosas y que lo hiciera rápidamente, si no quería recibir una bofetada en la cara...
»La hermana menor de Chao Si-chen es muy fea. Dentro de pocos años valdrá la pena tomar en cuenta a la hija de la Séptima Cuñada Zou. La mujer de Falso Demonio Extranjero se acuesta con un hombre sin coleta, ¡uf! ¡Ésta no puede ser una mujer buena! La mujer del bachiller tiene cicatrices en los párpados... Hace mucho que no veo a Ama Wu y no sé dónde está... ¡Qué lástima que tenga los pies tan grandes!»
Antes que A Q llegara a una conclusión satisfactoria, se oyeron ronquidos. La vela de cuatro onzas sólo había ardido media pulgada y su vacilante luz roja iluminaba la boca abierta de A Q.
—¡Jo, jo! —gritó A Q de repente, levantando la cabeza y mirando, despavorido, a su alrededor; pero cuando vio la vela de cuatro onzas, volvió a acostarse y a dormirse.
A la mañana siguiente se levantó muy tarde y, cuando salió a la calle, todo seguía igual. Sentía hambre todavía, pero aunque se estrujó los sesos no pudo encontrar recursos; de pronto se le ocurrió una idea y se fue andando lentamente, hasta que, con o sin intención, llegó al Convento del Sereno Recogimiento.
El convento seguía tan pacífico como en la última primavera, con sus murallas blancas y su refulgente puerta negra. Reflexionó un momento y luego fue a golpear a la puerta; comenzó a ladrar un perro dentro. Se apresuró a recoger varios trozos de ladrillos y volvió a llamar, con mayor énfasis, hasta que los golpes dejaron picada en varias partes la pintura negra. Por fin se oyó a alguien que venía a abrir la puerta.
A Q se dispuso inmediatamente a emplear los ladrillos y se quedó con las piernas abiertas, listo para entrar en batalla con el perro negro. Pero la puerta del convento sólo se abrió un palmo y el perro negro no se lanzó desde ella; todo lo que pudo ver fue a la anciana monja.
—¿Qué estás haciendo aquí otra vez? —preguntó, sobresaltada.
—Hay una revolución... ¿Sabía usted? —dijo A Q con vaguedad.
—Revolución, revolución... Ya ha habido una. ¿Qué va a ser de nosotras con todas esas revoluciones? —dijo la anciana monja, mientras sus ojos se ponían rojos.
—¿Qué? —preguntó A Q, asombrado.
—¿No lo sabías? Los revolucionarios ya estuvieron aquí.
—¿Quién? —preguntó A Q aún más asombrado.
—El bachiller y Demonio Extranjero.
La sorpresa de A Q fue tan grande que se quedó estupefacto. La anciana monja, viendo que había perdido su agresividad, cerró la puerta rápidamente, de modo que cuando A Q quiso empujarla, no la movió ni un milímetro, y, cuando volvió a golpear no obtuvo respuesta.
Había sucedido durante la mañana. El bachiller de la familia Chao conoció las noticias temprano y, apenas se enteró de que los revolucionarios habían entrado por la noche a la ciudad, se enroscó la coleta sobre el cráneo y se fue, muy temprano, a visitar a Demonio Extranjero de la familia Chian, con quien nunca había estado en buenas relaciones. Se trataba ahora de «unirse todos para hacer reformas», de modo que tuvieron una agradable conversación y al instante se convirtieron en íntimos camaradas y acordaron allí mismo hacerse revolucionarios.
Tras devorarse los sesos durante largo rato, recordaron que en el Convento del Sereno Recogimiento había una tableta imperial que rezaba «Viva el emperador...», que había que hacer desaparecer inmediatamente. Sin perder tiempo, se fueron al convento para poner en práctica sus proyectos revolucionarios. Como la anciana monja tratara de detenerlos y de expresar alguna opinión, la consideraron como al gobierno manchú y le dieron varios garrotazos en la cabeza y unos cuantos golpes con los nudillos. Cuando se hubieron marchado, la monja se repuso e hizo una inspección. Por supuesto que la tableta imperial estaba hecha polvo en el suelo, pero también había desaparecido un valioso incensario Süande que estaba ante el altar de la Señora Guanyin.
A Q se enteró de esto sólo más tarde. Lamentó muchísimo haberse quedado dormido y les reprochó violentamente que no hubieran ido a buscarlo. Pero después consideró el asunto con mayor amplitud y se dijo:
—¡Acaso no sepan que yo me he pasado a los revolucionarios!
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 楼主| 发表于 2022-3-4 01:46:58 | 显示全部楼层
第7章 革命
宣统三年九月十四日(⒈)——即阿Q将搭连卖给赵白眼的这一天——三更四点,有一只大乌篷船到了赵府上的河埠头。这船从黑□□【音"需",字形以"戊"替"魅"之"末"】中荡来,乡下人睡得熟,都没有知道;出去时将近黎明,却很有几个看见的了。据探头探脑的调查来的结果,知道那竟是举人老爷的船!

    那船便将大不安载给了未庄,不到正午,全村的人心就很动摇。船的使命,赵家本来是很秘密的,但茶坊酒肆里却都说,革命党要进城,举人老爷到我们乡下来逃难了。惟有邹七嫂不以为然,说那不过是几口破衣箱,举人老爷想来寄存的,却已被赵太爷回复转去。其实举人老爷和赵秀才素不相能,在理本不能有"共患难"的情谊,况且邹七嫂又和赵家是邻居,见闻较为切近,所以大概该是伊对的。

    然而谣言很旺盛,说举人老爷虽然似乎没有亲到,却有一封长信,和赵家排了"转折亲"。赵太爷肚里一轮,觉得于他总不会有坏处,便将箱子留下了,现就塞在太太的床底下。至于革命党,有的说是便在这一夜进了城,个个白盔白甲:穿着崇正皇帝的素(⒉)。

    阿Q的耳朵里,本来早听到过革命党这一句话,今年又亲眼见过杀掉革命党。但他有一种不知从那里来的意见,以为革命党便是造反,造反便是与他为难,所以一向是"深恶而痛绝之"的。殊不料这却使百里闻名的举人老爷有这样怕,于是他未免也有些"神往"了,况且未庄的一群鸟男女的慌张的神情,也使阿Q更快意。

    "革命也好罢,"阿Q想,"革这伙妈妈的命,太可恶!太可恨!……便是我,也要投降革命党了。"

    阿Q近来用度窘,大约略略有些不平;加以午间喝了两碗空肚酒,愈加醉得快,一面想一面走,便又飘飘然起来。不知怎么一来,忽而似乎革命党便是自己,未庄人却都是他的俘虏了。他得意之余,禁不住大声的嚷道:

    "造反了!造反了!"

    未庄人都用了惊惧的眼光对他看。这一种可怜的眼光,是阿Q从来没有见过的,一见之下,又使他舒服得如六月里喝了雪水。他更加高兴的走而且喊道:

    "好,……我要什么就是什么,我欢喜谁就是谁。得得,锵锵!悔不该,酒醉错斩了郑贤弟,悔不该,呀呀呀……得得,锵锵,得,锵令锵!我手执钢鞭将你打……"

    赵府上的两位男人和两个真本家,也正站在大门口论革命。阿Q没有见,昂了头直唱过去。

    "得得,……"

    "老Q,"赵太爷怯怯的迎着低声的叫。

    "锵锵,"阿Q料不到他的名字会和"老"字联结起来,以为是一句别的话,与己无干,只是唱。"得,锵,锵令锵,锵!"

    "老Q。"

    "悔不该……"

    "阿Q!"秀才只得直呼其名了。

    阿Q这才站住,歪着头问道,"什么?"

    "老Q,……现在……"赵太爷却又没有话,"现在……发财么?"

    "发财?自然。要什么就是什么……"

    "阿……Q哥,像我们这样穷朋友是不要紧的……"赵白眼惴惴的说,似乎想探革命党的口风。

    "穷朋友?你总比我有钱。"阿Q说着自去了。

    大家都怃然,没有话。赵太爷父子回家,晚上商量到点灯。赵白眼回家,便从腰间扯下搭连来,交给他女人藏在箱底里。

    阿Q飘飘然的飞了一通,回到土谷祠,酒已经醒透了。这晚上,管祠的老头子也意外的和气,请他喝茶;阿Q便向他要了两个饼,吃完之后,又要了一支点过的四两烛和一个树烛台,点起来,独自躺在自己的小屋里。他说不出的新鲜而且高兴,烛火像元夜似的闪闪的跳,他的思想也迸跳起来了:


    "造反?有趣,……来了一阵白盔白甲的革命党,都拿着板刀,钢鞭,炸弹,洋炮,三尖两刃刀,钩镰枪,走过土谷祠,叫道,阿Q!同去同去!于是一同去。……

    "这时未庄的一伙鸟男女才好笑哩,跪下叫道,阿Q,饶命!谁听他!第一个该死的是小D和赵太爷,还有秀才,还有假洋鬼子,……留几条么?王胡本来还可留,但也不要了。……

    "东西,……直走进去打开箱子来:元宝,洋钱,洋纱衫,……秀才娘子的一张宁式床(⒊)先搬到土谷祠,此外便摆了钱家的桌椅,——或者也就用赵家的罢。自己是不动手的了,叫小D来搬,要搬得快,搬得不快打嘴巴。……

    "赵司晨的妹子真丑。邹七嫂的女儿过几年再说。假洋鬼子的老婆会和没有辫子的男人睡觉,吓,不是好东西!秀才的老婆是眼胞上有疤的。……吴妈长久不见了,不知道在那里,——可惜脚太大。"

    阿Q没有想得十分停当,已经发了鼾声,四两烛还只点去了小半寸,红焰焰的光照着他张开的嘴。

    "荷荷!"阿Q忽而大叫起来,抬了头仓皇的四顾,待到看见四两烛,却又倒头睡去了。

    第二天他起得很迟,走出街上看时,样样都照旧。他也仍然肚饿,他想着,想不起什么来;但他忽而似乎有了主意了,慢慢的跨开步,有意无意的走到静修庵。

    庵和春天时节一样静,白的墙壁和漆黑的门。他想了一想,前去打门,一只狗在里面叫。他急急拾了几块断砖,再上去较为用力的打,打到黑门上生出许多麻点的时候,才听得有人来开门。


    阿Q连忙捏好砖头,摆开马步,准备和黑狗来开战。但庵门只开了一条缝,并无黑狗从中冲出,望进去只有一个老尼姑。

    "你又来什么事?"伊大吃一惊的说。

    "革命了……你知道?……"阿Q说得很含胡。

    "革命革命,革过一革的,……你们要革得我们怎么样呢?"老尼姑两眼通红的说。

    "什么?……"阿Q诧异了。

    "你不知道,他们已经来革过了!"

    "谁?……"阿Q更其诧异了。

    "那秀才和洋鬼子!"

    阿Q很出意外,不由的一错愕;老尼姑见他失了锐气,便飞速的关了门,阿Q再推时,牢不可开,再打时,没有回答了。

    那还是上午的事。赵秀才消息灵,一知道革命党已在夜间进城,便将辫子盘在顶上,一早去拜访那历来也不相能的钱洋鬼子。这是"咸与维新"(⒋)的时候了,所以他们便谈得很投机,立刻成了情投意合的同志,也相约去革命。他们想而又想,才想出静修庵里有一块"皇帝万岁万万岁"的龙牌,是应该赶紧革掉的,于是又立刻同到庵里去革命。因为老尼姑来阻挡,说了三句话,他们便将伊当作满政府,在头上很给了不少的棍子和栗凿。尼姑待他们走后,定了神来检点,龙牌固然已经碎在地上了,而且又不见了观音娘娘座前的一个宣德炉(⒌)。

    这事阿Q后来才知道。他颇悔自己睡着,但也深怪他们不来招呼他。他又退一步想道:

    "难道他们还没有知道我已经投降了革命党么?"
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